Cuando una película se ve inmersa en un torbellino de circunstancias negativas durante su gestación y, sobre todo, cuando todo ello queda reflejado en la pantalla, ocurre lo que le ha pasado a esta esperada adaptación de la novela de Jo Nesbø. Parece que ser que la gran premura con la que ha estado funcionando la producción figura como el mayor de los males de un juguete roto que contaba con un buen puñado de motivos para haber sido lo que no es. En primer lugar, tener tras la cámara a Tomas Alfredson –cuya filmografía incluye dos piezas maestras como “Déjame entrar” o “El topo”– parecía toda una garantía a la hora de poner en imágenes el siniestro thriller nórdico imaginado por Nesbø.

Otro tanto podría decirse de un reparto estelar que incluye a Michael Fassbender, Rebecca Ferguson, Charlotte Gainsbourg, J.K. Simmons, Chloë Sevigny y un crespucular Val Kilmer. Podría decirse que las fichas estaban bien posicionadas sobre el tablero pero el juego ha resultado ser catastrófico. El resultado final se traduce en una mecánica rutinaria en la que los personsjes parecen estar inmersos en una desorientación constante. A ratos efectiva y reactivada mediante escenas un tanto impactantes, la película vaga sin pena ni gloria por terrenos ya transitados. Ni siquiera la gélida escenografía noruega imprime algo de carácter a este thriller con asesino sicópata incorporado que uega a excesivas bandas y que finalmente sucumbe ante su propio peso y la evidencia deque lo que nos están contando no es más que otra mala pesadilla vivida en otras películas.

A todo ello habría que sumarle que el guion se salta múltiples detalles y apenas explora los pasajes más inquietantes y explícitos de la séptima novela de la saga literaria protagonizada por Harry Hole.