Ainara LERTXUNDI
Elkarrizketa
VICTORIA SANDINO
FUERZA ALTERNATIVA REVOLUCIONARIA DEL COMÚN (FARC) DE COLOMBIA

«Veo la paz como una lucha titánica por implementar cada punto del acuerdo»

Victoria Sandino fue excomandante en las filas guerrilleras de las FARC. Actualmente forma parte del órgano de dirección de la Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común (FARC), cuyo congreso constitutivo como partido político se celebró a finales de agosto en Bogotá, y de la Comisión de Seguimiento, Impulso y Verificación a la Implementación del Acuerdo Final (CSIVI).

Victoria Sandino integra el Consejo Político de la Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común (FARC) y la Comisión de Seguimiento, Impulso y Verificación a la Implementación del Acuerdo Final (CSIVI). En las filas guerrilleras fue comandante y formó parte del anillo de seguridad de Alfonso Cano, muerto en un descomunal operativo militar en noviembre de 2011 en pleno acercamiento con el Gobierno de cara a abrir un proceso negociador. En la mesa de conversaciones de La Habana, lideró la subcomisión de género.

En la entrevista telefónica concedida a GARA a su regreso de una misión pedagógica, advierte de la fragilidad del momento actual por los incumplimientos del Gobierno.

A puertas de una nueva elección presidencial, aspira a que se pueda lograr un gobierno de coalición que transite «de la guerra a la paz» y esté comprometido al 100% con la implementación de los acuerdos. Aunque reconoce que el contexto actual favorece el aumento de disidencias internas, subraya que «como partido político lo hemos apostado absolutamente todo a la paz y la gente confía en su dirección. Nadie nos dijo que esto sería fácil y la paz será posible en la medida en que luchemos por ella», remarca.

A un año del plebiscito y de la firma del Acuerdo Final, ¿cómo valora el momento actual?

Es un momento muy complejo, difícil y frágil en cuanto a la consolidación de la paz y de los acuerdos de La Habana. Cuando lo firmamos en Cartagena de Indias el 26 de setiembre de 2016, sabíamos que el reto era enorme. Estábamos firmando un acuerdo con el «enemigo» a sabiendas de que las condiciones del país no habían cambiado y de que la clase dirigente no tenía mucho interés en cambiarlas. Estábamos convocando a la voluntad política de esa clase dirigente, a la comunidad internacional para que sirviera de garante y a la sociedad para que se comprometiera a fondo con el cumplimiento de la paz. Inmediatamente, vino el plebiscito. El resultado dificultó mucho más esa paz que habíamos firmado y anhelábamos, y lo que habíamos proyectado en Cartagena. Hubo una renegociación hasta que el 24 de noviembre firmamos el último acuerdo en Bogotá. Obviamente, a partir de ese momento las condiciones se complicaron aún más. Te puedo decir que en este año son muy pocas las leyes aprobadas. Faltan por aprobarse aquellas que constituyen la columna vertebral de lo acordado en La Habana, como la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP).

A este retraso se le suma el agravante de que el Gobierno prácticamente no tiene mayorías en el Congreso porque la coalición de gobierno ha quedado invertebrada por la campaña electoral que ya se avecina. Dependemos del Legislativo con todos sus intereses políticos sin olvidarnos de la naturaleza de la práctica política en Colombia, en la que es habitual el pago de dádivas y de prebendas a los parlamentarios. Si no hay una verdadera reforma política tal y como está contemplada en el acuerdo, será muy difícil que sectores sociales como nosotros podamos participar en una contienda electoral en condiciones de equilibrio y de democracia.

En materia de reincorporación, la situación es también muy compleja. El Gobierno no ha cumplido con lo que se había comprometido. Y debo subrayar la amenaza del paramilitarismo contra nuestra gente y líderes sociales. Han asesinado a 13 camaradas y a 11 familiares de estos. El Gobierno se comprometió a liberar a todos nuestros presos y aún faltan 1.200 compañeros por salir de prisión.

¿Qué factores obstaculizan la aplicación de la amnistía?

Firmamos un acuerdo con el presidente de la República en representación del Estado colombiano, lo que compromete a todos los poderes. El secretario general de la JEP tiene que hacer firmar a nuestra gente un acta de compromiso y la oficina del secretario de la JEP aún no ha tramitado todas las firmas. Ellos dicen que van en un 95%, cosa que no es cierta. Falta un número significativo de compañeros presos por firmar. Firmadas las actas, la Oficina del Alto Comisionado para la Paz debe certificar que efectivamente son integrantes de la organización. En eso hay un retraso terrible, una actitud de displicencia total hacia los compañeros que están en la cárcel, incluso, hacia quienes están gravemente enfermos. Santos ordena que se cumpla la norma, pero los jueces dicen que son un poder independiente. A estas alturas, cuando hemos cumplido el 100% de nuestros compromisos, incluida la dejación de armas, no cabe explicación ni justificación alguna para que no se haya cumplido la Ley de Amnistía e Indulto.

¿Estamos, por tanto, frente a una especie de insubordinación judicial o, cuando menos, falta de plan de trabajo? Da la sensación que cada organismo actúa de forma autónoma…

Sí, exactamente. Hemos tenido varias reuniones con Santos en las que de manera directa nos ha dicho ‘hombre, eso hay que hacerlo, no se justifica que sigan en prisión’. Pero, los días y las semanas pasan sin que se materialicen las órdenes dictadas por el propio presidente. Estamos ante una falta de voluntad política y displicencia, e incluso diría que este comportamiento se puede catalogar como un atentado contra el mismo acuerdo.

Las Zonas Veredales se han convertido en Zonas de Reincorporación y Capacitación. ¿En qué estado están y cuál es ánimo de los excombatientes?

Estamos en un periodo de capacitación y validación, algunos estás haciendo la Primaria, otros el Bachillerato, se están haciendo cursos técnicos, diplomaturas… hay mucha actividad. Pero eso no es por una acción directa del Gobierno sino por un proyecto cooperativista que estamos impulsando. En muy pocas zonas gracias a que las comunidades nos han donado o prestado algunas hectáreas, se están llevando a cabo cultivos. Junto a la seguridad, el principal problema que tenemos es la falta de tenencia de tierra para trabajarla cuando la vocación de la mayoría de nuestra gente es agropecuaria. El Gobierno no ha comprado ni una sola hectárea para la reincorporación de las y los guerrilleros a la vida civil.

En una carta abierta a Santos, Timoleón Jiménez, presidente de la Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común advierte de que «una vez desaparecida la disciplina militar, solo nos queda la persuasión» para evitar disidencias. Ex mandos medios han expresado cierto descontento por la lentitud de los planes de reincorporación.

Lo que dice el camarada Timo es cierto y parte de lo que dicen algunos de estos ex mandos medios también. En algunos de los territorios hay desesperanza, mucha preocupación y un malestar generalizado por los incumplimientos del Gobierno, pero también hay una cohesión en torno a lo que estamos haciendo. La gente cree en su dirección, en nuestra lucha y está dispuesta a seguir luchando.

Nadie nos dijo que iba a ser fácil, aunque es cierto que los incumplimientos y la falta de oportunidades aumentan el riesgo de disidencias. Ese mínimo grupo que no se sumó a los acuerdos de La Habana está creciendo por esta actitud del Gobierno y no tenemos otra medida distinta a la persuasión.

Hoy como partido político y no como fuerza militar es mucho más difícil mantener a la gente, sobre todo, si no hay esperanza. Cuando éramos guerrilla, la organización resolvía y los guerrilleros tenían plena confianza en ello, pero hoy en día, cuando no tenemos un peso porque todo lo que teníamos –nuestra economía de guerra– lo entregamos, la gente tiene que mantenerse solo con el estipendio que da el Estado, cuya cantidad no llega ni siquiera al salario mínimo.

¿Qué les diría a aquellos que se sientan tentados ante esta situación a optar por otras vías?

Como partido político lo hemos apostado absolutamente todo a la consolidación de la paz y sabemos que la paz es posible en la medida en que luchemos por ella. Estamos a las puertas de una nueva elección presidencial y nuestra esperanza es que el pueblo colombiano sepa elegir; que podamos trabajar con un gobierno de transición que se comprometa 100% con el cumplimiento del acuerdo. No es un tema únicamente para quienes hemos estado en la insurgencia sino para resolver grandes problemas que afectan a la sociedad y que han generado este conflicto. Estamos empeñados en seguir luchando por esos cambios que históricamente nos identificaron. Lograremos esa transformación y buscaremos los medios para garantizar una reincorporación en condiciones de dignidad de nuestro personal. Esa es la invitación.

El reciente homenaje tributado al comandante Mono Jojoy, ha causado revuelo mediático en Colombia. ¿Algo previsible?

En un escenario de paz y reconciliación como el actual, una de las cosas mínimas es que los colombianos podamos realizar el duelo por las pérdidas que hemos sufrido. En medio de la confrontación, al Mono, Raúl Reyes, Alfonso Cano… no les pudimos hacer ningún homenaje, ni enterrarlos de manera digna. Lo que se hizo con el Mono es apenas el inicio de lo que tiene que pasar en Colombia. Hubo revuelo en las redes, pero homenajeamos sin ningún inconveniente a uno de nuestros grandes luchadores.

Pese a la firma de la paz, Simón Trinidad sigue preso en EEUU.

Es indignante y lamentable. Amamos a Simón por su entrega, dignidad y disposición. Teníamos la esperanza de que Barack Obama lo indultase antes de dejar la Casa Blanca, pero el régimen norteamericano es uno solo y obedece a sus intereses como imperio independientemente del color y de quien esté en la Casa Blanca. Con Trump, obviamente, las esperanzas son aún más remotas, pero nosotros no renunciamos a ello.

¿Cómo vivió el congreso fundacional de la FARC?

Hubo un debate muy intenso como acostumbra entre los comunistas y las organizaciones revolucionarias. Los resultados fueron excelentes. Es muy significativo que de los 111 integrantes de la dirección nacional, el 23.7% seamos mujeres. 26 hemos entrado en la dirección nacional y de los 15 representantes del Consejo Político –equivalente al antiguo Secretariado– 4 somos mujeres. Hemos dotado al partido de un carácter antipatriarcal y feminista. Es un avance significativo e histórico en una organización revolucionaria como la nuestra.

En nuestra anterior entrevista en La Habana en febrero de 2016, le pregunté cómo se imaginaba la paz. ¿Se han cumplido sus expectativas?

En La Habana le dije que me imaginaba la paz como un gran carnaval, como una fiesta alegre y colorida. Esa era la imagen que tenía antes de la firma. Ahora, la imagino como una lucha titánica por lograr la implementación de cada uno de los puntos. No todo son dificultades, también hay cosas my positivas. No nos alcanzan los días ni la vida para atender todas las solicitudes que nos llegan para hacer pedagogía e intercambiar con sectores urbanos, de la academia, de las barriadas… La población está cansada de tanta corrupción, de tantos intereses particulares por parte de la clase dirigente