Koldo LANDALUZE
CRÍTICA «Hacia la luz»

Confidencias en el crepúsculo

Autora de obras tan contundentes en lo emocional como “El bosque del luto” (2007) y “Aguas tranquilas” (2014), Naomi Kawase ha optado por una nueva perspectiva a la hora de abordar este retrato íntimo en el que predominan los rostros y las palabras. Dotada de una singular sensibilidad, Kawase ha intentado afilar al máximo su fuerza lírica a la hora de plantear un retrato humano en descomposición y, a la vez, un fugaz canto a la brevedad de las cosas hermosas que topamos al doblar la esquina en nuestra ruta diaria. Para tal fin, coloca a ambos lados de las secuencias a una mujer cuya profesión consiste en elaborar audios de películas para invidentes y a un otrora prestigioso fotógrafo cuya capacidad creativa va desapareciendo a medida que avanza una enfermedad degenerativa que le está provocando una ceguera. Correctamente perfilados los personajes, Kawase en momento alguno oculta su intención de exprimir al máximo ese punto en común que comparten sus dos protagonistas y que tiene que ver con esos ténues ramalazos de luz que poco a poco van desapareciendo. La constante luz de los crepúsculos que iluminan la pantalla ayudan a subrayar esta opción poética que peca en exceso de una ampulosidad dramática que a ratos se convierte en petulante.

Es una lástima que el guion haya apostado por esta vía que deriva hacia un discurso existencial que nos aleja de lo que verdaderamente importa en la película, la gran importancia que nunca le otorgamos a los pequeños detalles cotidianos. Mención especial merecen los episodios que comparte la protagonista en la sala oscura en la que se proyecta una película que está siendo visionada por ciegos.

En este territorio abonado a la imaginación, asistimos a las diferentes perspectiva que podemos tener en torno a todo y en las que queda de manifiesto esa gran mentira llamada realidad.