Maider IANTZI
DONOSTIA
Elkarrizketa

«Este relato ha sido una prueba y me he visto entera. He disfrutado con el repaso»

«La primera dificultad fue el darme cuenta. No entraba en la imagen que tenía de una mujer maltratada: sumisa, triste, enamorada… No cumplía nada. Tampoco había violencia física. Además, no tenía nada de información. Me ayudó a darme cuenta el ser consciente de mi propio miedo. Cuando el hombre dio un golpe se me cortó la respiración, la circulación de la sangre… Ahí me dije: esto no es normal.

A raíz de darme cuenta de que esa relación no podía seguir decidí separarme. Intenté que hubiera acuerdo, pero no hubo forma. Busqué una casa de alquiler. Pero él se metió conmigo. Compré una vivienda y él también se metió. Llevé todo esto sola. Y dentro de la normalidad. Toda mi energía la tenía puesta en que los hijos sufrieran lo menos posible con la separación, hasta que un día hubo un intento de asesinato. Ahí entré en estado de shock. Además, me amenazó con quitarme los hijos. Pedí ayuda y me derivaron a la trabajadora social. Ella me dio fuerzas. Me llevó a un abogado y a una sicóloga. Entré en la consulta de la sicóloga diciéndole: ‘hola, creo que estoy viviendo una situación de malos tratos’ y ella me preguntó: ‘¿crees?’. Allí me dio un vuelco la vida. Al día siguiente me intentó matar por segunda vez, y última. Pero pasé una noche más en casa porque estaba en shock. Al día siguiente conseguí pedir ayuda. Qué importante es el apoyo entre mujeres. Denuncié, y me seguí escapando. El informe del forense es lo único legal que confirma mi situación. A él no le encontraron, con lo cual no he tenido orden de alejamiento, ni juicio. Marché y corté el contacto con todo el mundo. Eso es un duelo a resolver, porque se dejan muchas cosas atrás. Mi familia siempre me ha apoyado.

El Ayuntamiento me remitió a un centro asesor de la mujer donde me sentí acogida. Me indicaron los pasos que podía seguir. El primero era denunciar en la Ertzaintza. Me llevaron a un centro de acogida y allí me sentí a salvo. Luego fui a otro centro, pero allí el trato fue muy desagradable. Nos amenazaban con quitarnos los niños. No tenía dinero, no tenía derecho a paro, tampoco a la RGI. Para colmo, la trabajadora social que me tocó no se movió para informarme y tuve que investigar yo. Según con qué profesionales nos topamos, lo que se puede y lo que no se puede es completamente diferente.

Todo eso me dio fuerza para buscar con mucha energía trabajo y vivienda. Encontré trabajo de propaganda. Me costó más encontrar un piso donde me aceptaran con niños. Me dio un préstamo Cáritas. En esa casa vivimos cuatro años. Fue como volver a nacer. Fui cambiando de trabajo. Lo tuve difícil por la conciliación. Nos ayudó también el banco de alimentos.

Hice un grado de Psicología. Estoy en desempleo y colaboro como voluntaria. Ayudo a otras mujeres. Me encuentro fantásticamente. Lucho por proteger mis datos. No quiero que él sepa dónde vivo. Este relato ha sido una prueba y me he visto entera. He disfrutado haciendo el repaso y seguiré escribiendo».