Mikel INSAUSTI
CRíTICA: «Las vidas de Grace»

El duro trabajo asistencial con menores problemáticos

Hay películas que te llegan más por lo que cuentan que por la forma de contarlo, y es lo que me ha ocurrido con «Short Term 12». No me vuelve loco el estilo cinematográfico del primerizo Destin Daniel Cretton, debido a lo que tiene de coyuntural dentro de la actual estética indie. Los modismos se notan demasiado en la banda sonora compuesta por Joel P. West, líder del grupo Canines, del que se incluye la canción para amantes de las baladas invernales que hacen subir el tristómetro «Wild Again».

Pero lo importante es que el joven cineasta hawaiano tiene cosas que decir, y las dice con pleno conocimiento de causa, basándose en su propia experiencia personal. Ya hizo en su momento un corto homónimo, donde volcaba sus vivencias como asistente social en el centro del título original, dedicado a la acogida de menores conflictivos, todos ellos provinientes de hogares rotos y situaciones de violencia doméstica.

En la versión larga de «Short Term 12» Cretton no se arroga el papel de narrador, ya que su alter ego tiene un rol más bien secundario, como recién llegado al centro que hace las veces de testigo o introductor en las interioridades que allí va descubriendo. El protagonismo recae en una asistenta con mayor responsabilidad, y que lleva más tiempo trabajando con los chicos y las chicas adolescentes, incluso a costa de esconder sus propios problemas y traumas. Ella se desvive ayudando a los demás, pero no se ocupa igual de si misma.

La prometedora actriz Brie Larson hace una sensible interpretación, cuyo perfil más complejo asoma en su duelo con la interna encarnada por Kaitlyn Dever. Sabrá llegar a lo más hondo de la psicología violentada de una víctima que sufre malos tratos y abusos por parte de su padre. El resto del reparto participa de esa misma autenticidad coral, con el chaval asustadizo que se fuga de forma sistemática e irracional o el rapero perseguido por sus instintos suicidas. Todas las historias confluyen en un mismo dolor existencial compartido.