Anjel Ordóñez
Periodista
IKUSMIRA

Argucias contables para una cosmética imposible

A partir del 1 de setiembre, el Instituto Nacional de Estadística español comenzará a aplicar el nuevo Sistema Europeo de Cuentas Nacionales y Regionales. Como consecuencia de ello, el PIB español crecerá en 46.000 millones de euros, entre otras cosas, porque a la hora de calcular la riqueza se incluirán en la contabilidad actividades consideradas de una u otra forma ilegales, como la prostitución, el tráfico de drogas o el contrabando. De momento, nada se dice de los réditos de la corrupción, pero todo se andará. Porque ni siquiera las vergüenzas más inconfesables de un sistema profundamente hipócrita son obstáculo para tratar de maquillar las urgencias originadas por la nefasta gestión institucional de la crisis económica. Especialmente en Europa.

Y, especialmente en Europa, a estas alturas resulta imposible seguir hablando de crisis, no porque hayamos salido de ella, como Rajoy pretende vender con el apoyo de Merkel y el apóstol Santiago, sino porque la denominada zona euro ha entrado de lleno en una recesión de largo y preocupante recorrido. Así, mientras EEUU ha crecido un 5,2% acumulado desde el cuarto trimestre de 2011, la economía del Eurogrupo ha caído un 0,4%. En lo del Tío Sam ha repuntado el crecimiento y ha bajado el paro; ha mejorado la situación de los bancos, y se han recuperado la industria, la demanda de los hogares y la construcción. En la Eurozona, las agresivas políticas de austeridad no han conseguido reducir el desempleo, que sigue por encima del 24% en el Estado español y que ha crecido un 5% con respecto a julio del año pasado en el francés, donde las aguas revueltas amenazan con llevarse por delante a Hollande y su triste Pacto de Responsabilidad y Solidaridad. Mientras, Marine Le Pen se frota las manos sin pudor.

Como en los consejos de administración. Porque si en este océano de dudas hay alguna certeza incuestionable es que la banca y las grandes empresas han incrementado, y mucho, su rentabilidad, gracias a la recuperación de la competitividad, es decir, al desplome de los salarios reales. Esa es la guerra. El resto, cosmética.