Joseba Salbador
Periodista
IKUSMIRA

Nuevo curso, viejos problemas

El regreso de las vacaciones vuelve a colocarnos bruscamente ante la cruda realidad de los accidentes laborales. Apenas había arrancado la jornada laboral de ayer, día 1 de setiembre, cuando un vecino de Barakaldo perdía la vida atrapado bajo una máquina en las obras de construcción de un bloque de viviendas en Bilbo. La imagen de los bomberos asistiendo al trabajador, atrapado bajo un dúmper con las ruedas hacia arriba, lo decía todo.

Pero lo peor es que agosto, el mes vacacional por excelencia, no se ha librado de esta lacra. En los últimos veinte días, cinco personas han muerto en su puesto de trabajo, el último de ellos el pasado martes en Getxo, donde un transportista autónomo falleció cuando se le cayeron encima las piezas de la carpa del Festival de Folk. En el anterior accidente, ocurrido tres días antes, también moría aplastado un mecánico que reparaba un camión en Oronoz, adonde se había trasladado desde Calahorra, a más de 120 kilómetros de distancia. Y así una interminable lista hasta los 30 fallecidos en lo que va de año, con los sectores de Transporte y Construcción a la cabeza.

Aunque la casuística es muy variada, lo que está claro es que ninguno de los accidentes es fruto de la casualidad o de la mala suerte. Basta con escarbar un poco para que afloren la temporalidad, los ritmos de trabajo a destajo y, sobre todo, la subcontratación en cadena, que no entiende de prevención de riesgos. Una situación que se ve agravada alarmantemente en épocas de crisis, debido a la falta de inversiones en las empresas y de los recortes en las administraciones públicas.

Como no se implementen las medidas necesarias para que realmente se haga cumplir la legislación laboral y los contratantes se convenzan de que la mejor inversión es la que se hace en prevención, va a suceder lo que decía ayer un sindicalista: que la recuperación económica se va a sustentar sobre el sufrimiento de los trabajadores accidentados.