Iñaki SOTO EDIMBURGO
REFERÉNDUM HISTÓRICO EN ESCOCIA

El Sí mantiene el pulso hasta las urnas, el No lo fía todo al miedo

Llegados a este punto, habrá quien piense que poco importa lo que pasó ayer en Escocia, cuando hoy ya se conozca el resultado del referéndum. Nada más lejos de la realidad, al menos de la escocesa. Ayer un pueblo entero se movilizó democráticamente para decidir su futuro, sus relaciones con sus vecinos, su modelo de país. Ayer los escoceses dieron una lección al mundo. Hoy lo seguirán haciendo, pase lo que pase.

Todo el mundo coincide en que, sea cual sea el resultado, Escocia y los escoceses habrán vencido. No obstante, es probable que para cuando una gran parte de los lectores acceda a este artículo ya conozcan el resultado, y es seguro de que la sensación será totalmente distinta si han ganado los independentistas o si lo han hecho los unionistas. Y tienen razón.

La dimensión del cambio que supondría la victoria del Sí para Escocia y Gran Bretaña, también sus consecuencias políticas sobre el resto de naciones que quieren poder decidir su futuro, es inmensa, difícil de imaginar e imposible de controlar.

Mientras tanto, por mucho que en adelante nada será igual para británicos y escoceses, el mantenimiento de la Unión limitará los cambios en las islas y supondrá un alivio para los mandatarios de todo el continente, adictos a la estabilidad y temerosos de que sus propios pueblos quieran poder votar.

Visto lo visto, todo el mundo es listo, y una vez conocido el resultado se podrá decir si las estrategias de unos y otros han funcionado. Lo cierto es que ambos bloques las mantuvieron a rajatabla hasta el último minuto, lo que en Escocia supone hasta que se cierran las urnas.

Si vs No, ganar vs no perder

La remontada de los independentistas ha sido espectacular, y si en algún sitio era palpable no era en las encuestas, que muchos de ellos veían con suspicacia, sino en las calles de Escocia. Pese a la tranquilidad con la que ha transcurrido la campaña, la efervescencia de los activistas del Sí se ha ido contagiando a más y más gente durante la recta final. Ayer el azul inundó las calles de Edimburgo y otras ciudades. Los independentistas trasmitían públicamente su ilusión y expectación. Los unionistas, ansiedad, mucha ansiedad.

Muchos ciudadanos han adquirido conciencia del momento histórico que vivían y se ha ido generado lo que los anglosajones denominan «momentum», un estado de ánimo social que transciende y genera una energía especial. Prueba de ello fue la manifestación espontánea que en víspera del referéndum recorrió las calles de Edimburgo hasta llegar al Parlamento, mientras en Glasgow miles de personas se concentraban en una especie de vigilia.

Durante estos meses han ido perfilando cómo desearían que fuese Escocia en el futuro, también más allá de la independencia, y eso ha generado un debate social muy interesante y muchas sinergias. Ayer, en las marchas organizadas en los barrios para acudir a los colegios (ver crónica en páginas 4-5), se hacía un llamamiento a ir más allá del referéndum, incidiendo en la idea de «for a better Scotland» (por una Escocia mejor), frente al «better toghether» (mejor juntos) de los unionistas.

Precisamente durante toda la campaña los partidarios del No se han limitado a jugar a no perder. Parten de una posición privilegiada: las cosas son como son y el espíritu de «mejor malo conocido que bueno por conocer» tiene muchos adeptos, aquí y en Beirut. El problema que tenía este posicionamiento es que sus argumentos son muy pobres, poco ilusionantes y contradictorios entre sí. El equilibrio entre decir lo buenos que son los escoceses y cómo los adoran el resto de los ciudadanos de la Unión y sus mandatarios, y explicar a la vez lo mal que les va a ir si les abandonan, todo ello aderezado con piropos de adolescente y amenazas paternalistas, es muy difícil de gestionar. Por la mañana, los periódicos que se venden en Edimburgo, la mayoría opuestos a la independencia, basculaban su posición con mucho tiento.

Remontada y romper el saque

De madrugada, el tenista Andy Murray, que en estos momentos no reside en Escocia, por lo que ayer no pudo votar, lanzó el siguiente mensaje en Twitter: «¡Hoy es un dia grandioso para Escocia! La negatividad de la campaña del No en los últimos días influenció totalmente mi visión al respecto. ¡Hagámoslo!». Murray es un icono tanto para escoceses como para británicos, y había sido reacio a posicionarse. Si bien siempre reivindicaba sus orígenes, habitual- mente había jugado representando al Reino Unido.

Más allá de si un apoyo así, de tal prestigio social y en un momento tan crítico como el día del referéndum, podría llevar a gente a votar, la cuestión es que su mensaje captaba perfectamente el estado de ánimo con el que se llegaba a las urnas.

Protagonismos

Pese a que la protagonista ayer era la sociedad escocesa, que vivió con una intensa tranquilidad la jornada, los políticos no perdieron la ocasión de colocar sus mensajes. El líder escocés, Alex Salmond, afirmó al votar que la de ayer era «la oportunidad de una vida». El portavoz unionista, Alistair Darling, también consideró que la de ayer es «la decisión individual más grande que cualquiera de nosotros tomaremos en nuestra vida», y se mostró confiado en la ventaja que le daban las encuestas.

En su apoyo también salió Barack Obama, quien planteó vía Twitter que «Reino Unido es un socio extraordinario para América y una fuerza para el bien en un mundo inestable. Espero que se mantenga fuerte, robusto y unido». Dudosa idea-fuerza, cuando precisamente la alianza entre las administraciones británica y estadounidense y su belicismo son muy cuestionadas por una mayoría en Escocia.

Y quienes ayer votaron, los protagonistas, fueron los escoceses. Lo hicieron con una energía democrática descomunal y, si la saben canalizar, antes o después, serán independientes. Si es que no lo son para cuando el lector haya llegado a este punto.

Aparente calma, mucha participación, ansiedad disimulada y gran expectación

Nada más abrir los centros electorales, en varios puntos se formaron largas colas para votar. Ayer era día laborable, por lo que muchas personas decidieron ejercer su derecho a votar o bien antes de comenzar o bien después de terminar su jornada de trabajo. Para las diez de la mañana, un 18,5 % de los inscritos ya habían depositado su voto.

En las entradas de los centros aguardaban estoicamente voluntarios de ambos bandos, dispuestos a ahondar hasta el último minuto en sus argumentos. Los unionistas a duras penas podían contener la ansiedad que les genera el escenario de la independencia, tampoco la evidencia de que desde que comenzó la campaña, hace en torno a dos años, no han hecho más que perder terreno. Las encuestas eran el dios al que todos ellos rezaban ayer. Han jugado la estrategia del miedo, pero ayer los que más miedo pasaron fueron probablemente ellos y ellas.

Los independentistas, por su parte, querían echar el resto y culminar una remontada histórica, que casi nadie podía prever hace unos pocos meses. Por eso siguieron movilizándose hasta el final, tanto en mesas informativas como en marchas por los barrios. La banda sonora de dichas marchas es evidente, el trepanante sonido de las gaitas. En la calle ganaban los independentistas, pero la decisión se adopta en las urnas.

Por lo demás, la vida parecía seguir con normalidad. Todos los comercios estaban abiertos y los estudiantes, uniformados, arrastraban sus mochilas de un lado a otro. Muchos turistas paseaban por el centro, entre ellos muchos ciudadanos de naciones sin Estado que no se han querido perder la oportunidad de vivir un momento así. I.S.