Ugarte, Amaia
Elkarrizketa
Ricardo Téllez (*)

«La salida es política y el elemento judicial ha de ser acordado entre las partes en la Mesa»

Ricardo Téllez, con una larga trayectoria en la guerrilla, es uno de los negociadores plenipotenciarios de las FARC-EP en La Habana. Actualmente las conversaciones siguen centradas en el punto relativo a las víctimas del conflicto.

Ricardo Téllez, miembro del Estado Mayor Central de las FARC, es uno de los negociadores plenipotenciarios de la guerrilla en la mesa de conversaciones de La Habana. Fue también parte de la dirección de la Unión Patriótica, partido diezmado por la guerra sucia y el paramilitarismo. En diciembre de 2004, fue detenido por miembros de la Inteligencia colombiana en Venezuela, introducido en el maletero de un coche y trasladado de forma clandestina hasta la frontera con Colombia, un hecho que causó la ruptura provisional de las relaciones entre ambos países. En junio de 2007, el entonces presidente colombiano Alvaro Uribe anunció su puesta en libertad a petición de su homólogo francés, Nicolas Sarkozy. Desde la capital cubana y en respuesta al cuestionario remitido por GARA, Téllez advierte de que mientras exista «el paramilitarismo jamás habrá paz en Colombia». Ambas partes siguen abordando el punto relativo a las víctimas y su reparación, mientras avanzan en las discusiones para el fin del conflicto.

Las FARC afirman que están dispuestas a darles la cara a las víctimas. ¿Qué les diría, más aún tras la llegada a la mesa de diálogo de las primeras víctimas?

Desde los laboratorios de propaganda negra de la Inteligencia Militar, se inició una ruidosa campaña propagandística, amplificada por los grandes medios de comunicación, propalando la especie que a La Habana viajarían las víctimas de la guerrilla. Malintencionadamente pretendieron esconder que quienes hacen presencia, son víctimas del conflicto, no de una de las partes. Hay que reconocerle al presidente Santos el haberle salido al paso a la tendenciosa campaña. Nunca hemos utilizado máscaras o antifaces con el propósito de esconder nuestros rostros, mucho menos frente a quien o quienes hubiéramos podido causar daño involuntariamente en medio de un conflicto tan prolongado como el que nos ha impuesto el régimen dominante. En varias oportunidades hemos reconocido públicamente errores o acciones que, sin proponérnoslo, hayan causado daños a personas o comunidades.

A las personas, hombres y mujeres, que conformaron el primer grupo de víctimas del conflicto, se les atendió y escuchó en la Mesa con interés, respeto y comprensión por el sufrimiento que han padecido. Nada de lo padecido por ellos hubiera sucedido en un país que disfrutara de los vientos benéficos de la paz.

¿Qué dimensión adquiere para la guerrilla la «verdad» que exigen las víctimas?

En los últimos 15 años se han producido más de 6,5 millones de desplazados, 220.000 homicidios y 77.000 desaparecidos. Ha habido masacres, hornos crematorios, cárcel, tortura, violaciones, gran cantidad de exiliados... todas cifras de espanto sin contar los 300.000 muertos de la «primera violencia» (1948-1953) y hechos subsiguientes. Entonces, la verdad que venimos exigiendo desde nuestra fundación adquiere importancia cardinal y con la conformación de la Comisión de la Historia del Conflicto y sus Víctimas y de la Comisión de la Verdad, creemos que se puede llegar a conocer las causas, responsables, beneficiarios... Los hechos están ahí. Nadie puede negarlos. Es necesario conocer la verdad sobre ellos y luego cada cual tiene que asumir la parte de la responsabilidad que le competa: el Estado, gobiernos de turno, congresistas, partidos políticos, magistrados, oficiales, suboficiales, soldados y policías, banqueros, industriales, comerciantes, terratenientes, dueños y directores de medios, jerarquía eclesiástica, mafiosos de cuello blanco y los otros, paramilitares y narcotraficantes, gobiernos extranjeros, catedráticos, periodistas estipendiados... por nombrar solo algunos de los responsables de la vorágine de la violencia contra nuestro pueblo. Ubicar los máximos responsables que hasta hoy se han protegido en la atalaya inexpugnable del poder que los cobija con una amplia manta de impunidad. Desde luego, en las FARC estamos dispuestos a asumir la parte de la responsabilidad que nos corresponda por afectaciones involuntarias o errores cometidos en esta justa guerra de resistencia que enfrentamos hace más de 50 años. Nosotros como víctimas y todas las víctimas del conflicto queremos conocer toda la verdad; saber dónde están los miles de guerrilleros que fueron desaparecidos forzosamente, qué pasó con miles y miles de campesinos, obreros, estudiantes que por la sospecha de colaborar con las FARC fueron desaparecidos; queremos saber por qué a nuestros guerrilleros heridos en combate se les daba el tiro de gracia, por qué los torturaban y por qué se les negó el debido proceso y en las cárceles se les niegan elementales derechos. No olvide jamás ni por un instante que nosotros también somos víctimas de un conflicto que no buscamos y que nos impusieron un Estado y una oligarquía indolentes.

¿En un conflicto como el colombiano, con múltiples actores armados, caben también múltiples relatos del conflicto y, por tanto, múltiples verdades?

Falsificaciones de la historia puede haber muchas. La verdad verdadera, en cuanto a los orígenes, existencia y persistencia de las FARC-EP, la explica la necesidad de defender la vida. Es un hecho independiente de la voluntad de X o Y persona. Los hechos históricos están ahí para quien quiera observarlos y estudiarlos desapasionadamente. Es de tal magnitud el prodigio de los Marquetalianos (campesinos de Marquetalia que fundaron las FARC), que pocas veces en la historia de las luchas de los pueblos se ha visto tal raudal de razones para alzarse en armas contra un Estado que defendía intereses extranjeros, en contra de su propios ciudadanos. Ese puñado de campesinos, hombres y mujeres, quizás sin proponérselo, asumieron la defensa de la vida pero, al mismo tiempo, de la soberanía y de la dignidad de Colombia toda.

Marquetalia, el Pato, Guayabero y Río Chiquito jamás fueron repúblicas independientes, como afirmó el Gobierno de la época. Allí habitaban y trabajaban campesinos sobrevivientes de las violencias anteriores. Reclamaban del Estado vías de comunicación, escuelas, puestos de salud y algunos puentes. Eso le olía a comunismo a la clase gobernante, por lo que en vez de entregar la ayuda solicitada, el Gobierno envió 16.000 soldados para atacar por tierra y aire a Marquetalia. Los pobladores respondieron empleando la guerra de guerrillas móviles y de allí surgen las FARC, que evolucionan hacia FARC-EP, es decir, Ejército del Pueblo.

No nos consideramos actores armados del conflicto y no es cuestión de términos. En esa denominación está la concepción de un enfrentamiento de aparatos armados e incluye la teoría de los dos demonios en la que se reparten por igual responsabilidades en la tragedia causada por el Estado y los gobiernos.

¿En qué clave interpretan las FARC la justicia transicional?

La justicia transicional tiene por función propiciar el tránsito de países que han vivido en dictadura y que emprenden el camino a la «democracia». Se produce la derrota del dictador. En Colombia es diferente. No hay vencedores ni vencidos. La salida es política y el elemento judicial debe ser tratado y acordado entre las partes en la Mesa.

¿Qué repercusiones puede tener para el propio proceso y para la transformación de las FARC en un partido político la existencia paramilitar?

Sin la erradicación total y definitiva del paramilitarismo y el terrorismo de Estado, es imposible el surgimiento de movimientos o partidos de izquierda y menos revolucionarios. Con paramilitarismo jamás habrá paz. Eso implica cambiar la doctrina de la seguridad interna en la cual el pueblo es considerado el enemigo a vencer.

El líder paramilitar Salvatore Mancuso ha reconocido por carta que «el paramilitarismo fue una política de Estado», además de pedir su participación en La Habana en calidad de «víctima y victimario».

Ninguna persona sensata en Colombia ha puesto en duda la existencia del terrorismo de Estado, ni que el paramilitarismo sea parte de esa misma política estatal. Muy tarde Mancuso reconoce esa realidad. Nada tiene que hacer gente de su calaña en La Habana. Las víctimas de sus masacres, desplazamientos, fosas comunes, hornos crematorios... lo quieren ver en Colombia respondiendo por los crímenes de guerra y de lesa humanidad.

¿Cómo están viviendo la experiencia de sentarse cara a cara con militares de alto rango?

Si el enemigo hubiera podido exterminarnos física o políticamente jamás se hubiera sentado a dialogar con las FARC-EP. Nos hubiera impuesto la más humillante claudicación, para evitar futuros levantamientos. En la Mesa somos partes iguales y a veces la arrogancia del poder les hace perder eso de vista a algunos funcionarios de libre nombramiento y remoción. Hay que reconocer que en la Mesa los delegados del Gobierno han sido respetuosos. Creemos haber respondido en igual forma. Los revolucionarios raramente tenemos odios personales o espíritu de venganza. Nuestra lucha no es contra personas. Es contra el injusto sistema capitalista y sus variantes. Sabemos del papel de la personalidad en la historia y de las simpatías o antipatías que pueden generarse por tal o cual persona. Nosotros vamos más allá de las individualidades. Tenemos presentes los intereses de clase que representan o que defienden. Nuestra lucha es esencialmente de clases y por ello nos hemos ganado el odio de los explotadores.

Han pedido la inclusión de Simón Trinidad en la comisión técnica que ha comenzado a abordar el fin del conflicto. ¿Qué puede aportar?

Aportaría en todos los órdenes en la Mesa de La Habana. Es un guerrillero universalmente preparado, de extraordinario talento, con experiencia en diálogos anteriores. Es un General del Monte. Sus aportes van mucho más allá de La Habana y marcarán el camino de la paz. El es un genuino guerrillero, admirado y respetado por todos nosotros.

¿Por qué EEUU lo mantiene preso en condiciones tan estrictas?

Todos los imperios emplean su «justicia» como vil arma de venganza. En la persona de Simón Trinidad, los gringos quisieron enterrar a 60 metros de profundidad a las mismas FARC-EP. La dignidad con la cual Simón asume su destino lo coloca entre las grandes personalidades del mundo contemporáneo. El montaje para condenarlo es una mancha oprobiosa e indeleble para la potencia del norte.

En el plano político, ¿cuáles son las tareas pendientes de la izquierda para poder convertirse en alternativa de gobierno como en Venezuela, Uruguay, Brasil, El Salvador o Ecuador?

El régimen político colombiano emplea todas las formas de lucha contra sus oponentes: violencia, divisionismo, cooptación de líderes... Desafortunadamente desde sectores de izquierda se hace el juego a esas posiciones manifestadas en anticomunismo cerrero, sectarismo, feria de vanidades, ambiciones desmedidas, corrupción, hegemonismos, individualismo... que hasta ahora han impedido conformar un gran frente, alianza o bloque, que atraiga a las pobrerías, capas medias, sectores populares... sin distingos, para crear un poderoso torrente unitario capaz de derrotar a las élites y los mecanismos que les permiten mantenerse en el poder.

(*) Miembro del Estado Mayor Central de las FARC y delegado en Cuba