Beñat ZARRABEITIA Periodista

«Ir a Inglaterra... eso es ir abajo»

Se cumplen 25 años del cese de Howard Kendall. Un técnico que más allá de los irregulares resultados obtenidos dejó una profunda huella en el club y la ciudad. Su salida entre lágrimas y con el equipo con uno de aquellos extintos puntos positivos en su casillero, es recordada por su implicación y la evidente falta de rumbo que tuvo la entidad durante casi un cuarto de siglo.

Kendall es uno de los diez mejores entrenadores ingleses de la historia: con el Everton fue doble campeón de Liga, vencedor también de FA Cup en 1984 y de la Recopa en 1985. Sin embargo, los toffes fueron los grandes perjudicados por el veto a los equipos de la Isla tras la masacre de Heysel. Un técnico de reconocido prestigio que decidió venir a Bilbo -justo antes de la opa hostil del Barcelona sobre el fútbol vasco- para reconducir la nave rojiblanca, aun convulsa tras la traumática ruptura entre Clemente y Sarabia y las salidas de Salinas y Zubi. Kendall renovó el equipo, realizando la transición del equipo de los títulos a la que sería base de primeros de los noventa compuesta por Alkorta, Garitano, Mendiguren, Lakabeg o el actual presidente Josu Urrutia.

Escuchó cantos de sirena de la selección inglesa para sustituir a Robson -estuvo cerca de entrenar al Athletic en 1979-, un Manchester United que entonces dudaba de Ferguson, el Newcastle o Barça, pero siguió con los leones. La afición le recordará por su cercanía, simpatía, implicación, arraigo y dos frases que marcan época, su optimista «UEFA posible» y la de su despedida: «Ir a Inglaterra... eso es ir abajo».

Forma parte de ese cordón umbilical que une a los prestigiosos entrenadores foráneos que han dejado su granito de arena en la evolución del Athletic y su estilo. Una línea discontinua pero complementaria compuesta por Mister Pentland, Daucik, Ronie Allen, Pavic, el propio Kendall, Heynckes, Luis Fernández y Bielsa. Otros como Senekowitz o Stepanovic salieron rana.

Desde el cese de Clemente hasta la llegada del argentino, quitando breves periodos de éxito deportivo, el club vivió inmerso en permanente incapacidad para adaptarse a los nuevos retos que presentaba el mundo del fútbol. Y lo hizo fundamentalmente debido a los repetidos errores de gestión de una endogámica casta directiva que se perpetuó en Ibaigane. Ahora, con el listón de exigencia y la autoestima de nuevo en su sitio, es el momento de recordar a aquellos que como Kendall se impregnaron de lo mejor del club.