Alberto PRADILLA

El ala ultra del PP amenaza a Rajoy con retirarle el voto

La grieta interna más inmediata del PP no tiene que ver con la corrupción ni los recortes. Se abre en su sector más conservador, el que también se apoya en la Iglesia católica. Ayer, miles de personas salieron a la calle para exigir a Mariano Rajoy que dé un paso atrás y retome el proyecto de ley del aborto de Alberto Ruiz-Gallardón. Hubo gente, sí, pero no parece que fuese tan multitudinaria como para que Génova se replantee su estrategia.

«Más de un millón cuatrocientas mil personas han participado en la marcha», clamaba Benigno Blanco, presidente del lobby ultracatólico Foro de la Familia, desde el escenario de Colón. Como si se tratase del milagro bíblico de los panes y los peces, el orador multiplicaba la asistencia hasta reventar las leyes de la física. En ese momento, aproximadamente las 13.00, la plaza registraba un lleno cómodo, de los que te permiten desplazarte sin pisar a nadie, y se alargaba por todo Génova hasta Alonso Martínez. Ni expandiéndose hacia el cielo hubiese logrado la marcha tales cifras. La Policía española rebajaba las expectativas hasta los 60.000, demostrando que los números son moldeables cuando no es el PP quien se manifiesta sino sus «outsiders». Porque la de ayer era una marcha de votantes y exvotantes de Rajoy contra su propio partido. Un aviso de que, si no recupera la normativa que recorta profundamente los derechos de la mujer en relación al aborto, se irán con su voto a otro lado. Aunque en realidad, parecía un aviso de boquilla. Porque muchas de las conversaciones giraban más en torno a la posibilidad de que «otros» lleguen a Moncloa. En la parroquia movilizada, el miedo a Satanás es mayor que los deseos de penitencia para un partido que sienten que les ha traicionado.

«No estoy en contra del PP, le he votado siempre, a veces con la nariz tapada, por parecerme el programa más razonable. Pero si no respetan el derecho a la vida tendremos que buscar otra cosa». Juan Carlos Domingo sujetaba una pancarta en la que lamentaba la horfandad en la que han quedado los votantes conservadores después de que Alberto Ruiz Gallardón, exministro de Justicia, retirase la propuesta tras posponerla en infinidad de ocasiones. A su juicio, Vox podía ser una opción de cara a futuros comicios «si cuaja». Gente como Domingo, familias tradicionalistas de amplia prole, constituían el grueso de la movilización. Junto a ellos, algún que otro religioso, con sotana y todo, y partidos a la derecha de Génova que trataban de pescar en río revuelto. El color verde de Vox era el más visible. En bloque, algo apartados, los miembros del partido fascista Democracia Nacional. Cierto es que algunos se quejaban de que su presencia pudiese manchar la convocatoria. Aunque otros, como Domingo, la relativizaban, siempre marcando distancias con lo que consideraba la analogía de Podemos (tal cual) en el campo de la derecha.

«Stop feminazis» en cartel

Ni siquiera la presencia de una veintena de altos cargos del PP, entre quienes se encontraba la alcaldesa de Madrid, Ana Botella, calmó las tensiones hacia Génova. Su sede, cerrada a cal y canto, estaba protegida por dos furgonetas de la Policía española, casi como atrezzo. Hubo silbidos y algún reproche al viento, así como carteles que advertían a Rajoy de que estos sufragios podían traspapelarse. «Seguro que le va a pasar factura», consideraba Joaquín, llegado desde Iruñea y enarbolando la bandera navarra-foral-y-española. En su opinión, el castigo a Génova no tendrá su equivalencia en Nafarroa, donde UPN «ha cumplido sus promesas». Carlos Salvador, su diputado en Madrid, ha llevado su cruzada integrista hasta límites que ni el PP soportaba, lo que le convierte en «un valiente», a juicio de este navarro que llegó a Madrid en coche pese a la «multitud de autobuses» fletados desde Iruñea.

No hubo, como en otras marchas, despliegue de la curia. Aunque sí se podía ver, desperdigados, a sacerdotes y religiosas. Es el caso de Luis Bollain, de Bilbo, que restaba importancia a la falta de purpurados priorizando «el protagonismo de las familias». Junto a él, banderas españolas con vivas a Cristo Rey y un esperpéntico «Stop feminazis» que era alegremente fotografiado por la concurrencia, mientras asentía con gesto de «ya era hora de que alguien lo dijese». «Si eres joven, o te haces homosexual o vives solo, porque, si no, te tienen cogido del cuello». El despropósito lo pronunciaba una de las personas de la pancarta y se refería a la violencia machista. El resto de sus argumentario, de profundo odio hacia la mujer, es, simplemente, irreproducible.