Alfonso Sastre
Dramaturgo
GAURKOA

Mañana es tarde para la libertad

Este «pequeño manifiesto de Alfonso Sastre» estuvo dirigido al acto de presentación de la red popular Sare en Hondarribia. En él, el dramaturgo denuncia la política de dispersión de las personas presas, que en su opinión «es hoy uno de los mayores obstáculos para la paz y, en suma, es uno de nuestros más acuciantes problemas». El autor hace una llamada a la sociedad vasca a poner en sitio preferente la lucha contra esta práctica, que hace extensible al PNV, cuya «toma de partido podría tener una repercusión positiva en el proceso».

Queridos amigas y amigos: Escribo este breve mensaje lamentando que dificultades de carácter físico me impiden leéroslo personalmente, y lo hago desde la esperanza de que conquistemos ya un nuevo tiempo en el que por fin superemos la actual situación, en la que ya se trabaja científicamente, incluso internacionalmente, en relación al descubrimiento y denuncia de los crímenes del franquismo, y específicamente sobre las torturas, mientras siguen produciéndose crímenes que se refieren sobre todo a la violación de los derechos humanos en los territorios del Estado español; contraste en el que malamente conviven dos situaciones que parecen excluyentes: por un lado, los decididos pasos de una parte hacia un horizonte de paz, y por el otro la perduración de notorias injusticias propias de los peores tiempos.

Observando con algún detalle lo que sucede en estos territorios nos sorprende que a los progresos de la actuación científica, por ejemplo, no corresponda un cambio en los comportamientos públicos y nos topamos con una terrible impasibilidad en las esferas del Poder, que continúan sin aceptar que en Euskal Herria ha habido (y, como vemos, sigue habiendo) un serio conflicto político en el que se ha derramado ciertamente mucha sangre -algo que es altamente indeseable y atroz-, y vemos que hoy, cuando ya no se produce aquella trágica efusión, en las esferas del Poder no se da ni el mínimo movimiento de rechazo de la violación de los derechos humanos.

Personalmente yo experimento una gran indignación ante el hecho de que grandes canalladas como es la dispersión sean todavía hoy una realidad cotidiana, en la que se da una extensión del mal a las familias y amigos de los presos mientras a estos, además, se les sobrecastiga con la dilatación de sus condenas en lugar de irles procurando la libertad debida, como correspondería a una situación en la que la paz estuviera volviendo a este país, y resultando así notorio que en la gobernación actual no hay el menor deseo de la paz que dicen amar sino que, al contrario, todo asomo pacífico lo ven como un mal peligroso, lo que se ha evidenciado en el hecho de que los serios pasos hacia la paz que se han dado en la parte soberanista han provocado el rechazo en las élites del poder, que vienen apostando así claramente por un exterminio de la nación vasca y, en definitiva, a su desaparición incluso como una idea , en un proceso que acabaría siendo un caso claro de genocidio en mayor o menor grado e intensidad.

Ellos siguen, pues, alzando la bandera de la desventura: Se sienten bien en la violencia y torpedean toda marcha alegre hacia un futuro en el que las armas no fueran otra cosa que el recuerdo de un pasado dramático. Con indecible indignación asistimos nosotros a estos pluses de sufrimiento que hacen que no solo -¿y hasta cuando?- haya muchos presos políticos en las cárceles españolas (véase, por ejemplo, el elocuente boletín «Etxerat» de septiembre 2014), sino que este sufrimiento se prolonga más y más, y extiende sus tentáculos a las familias y los amigos de esos presos en el curso de torturantes viajes a cárceles lejanas, consecuencia de ese monstruo siniestro que se llama Dispersión, mecanismo represivo que abarca todo un mundo de sufrimientos para personas inocentes.

Yo pienso, en fin, que la Dispersión es hoy uno de los mayores obstáculos para la paz, y que, en suma, es uno de nuestros más acuciantes problemas, que quedaron altamente documentados ya hace muchos años en el «Informe: Dispersión, de Gestoras pro Amnistía» (Hiru, 1993). El prólogo inolvidable de Eva Forest a aquel informe es, en sí, una reafirmación rotunda del penoso estancamiento en que se halla entre nosotros el tema de los Derechos Humanos, y de la necesidad de que pongamos renovados bríos en esta lucha. Precisamente a estos nuevos bríos responde, felizmente, el «Libro de la Dispersión» que recientemente puso en circulación el grupo Sare: un documento en el que se pone en evidencia la gravedad de la situación, en la que está claro que también «se violan los derechos básicos de los presos (...)»; una situación sobrellevada pacientemente desde hace ya muchos años y que ha puesto a prueba la vocación por la paz que tiene este pueblo. Cotejando este libro con el ahora citado de Gestoras pro Amnistía, estimamos cuántas razones existen para vivir indignados, y mucho desearíamos que fueran a más las actividades políticas liberadoras en los altos niveles, por ejemplo del PNV, cuya toma de partido podría tener una repercusión positiva en el proceso.

En él tendría que cundir ya esa idea de que desde hoy mismo es tarde para la libertad y, en consecuencia, habría que poner enseguida manos a la tarea de reclamar la resolución definitiva del tema de las cárceles, que en opinión de mucha gente honrada no puede seguir por más tiempo empantanado, si verdaderamente se trata de llegar a vivir un día en paz. Con ello no se haría sino acudir como es debido a la defensa de los Derechos Humanos, y ello a la búsqueda de un humanismo renovado. En estos momentos pienso en personas admirables, como fue Telesforo Monzón, cuya fotografía estrechando la mano de José Miguel Beñarán Ordeñana, Argala, conservo como un ejemplo del magisterio del que estamos tan necesitados. Estoy seguro de que en el jardín del PNV hay muchas flores de esta índole, que se movilizan con toda su alma cuando se trata de la defensa de los Derechos Humanos. A estas personas es a quienes me dirijo ahora.

La reciente edición, por Sare, de un «Libro de la Dispersión» certifica la idea que aquí planteo del inmovilismo del Gobierno español, que está como ausente, y se advertirá que con él vivimos en una edad de piedra; de una piedra que es preciso demoler para dar paso a la vida.

Final:

Nuestro objetivo último no es, desde luego, la «concentración», sea donde sea, de los presos -lo que sería oponer «concentración» a «dispersión»-, y ello más cerca o más lejos. Ha de entenderse justamente que la casa de los presos políticos es la libertad. Como en los tiempos gloriosos de las Gestoras pro Amnistía, esta es la bandera que hoy hemos de poner muy alta.

¡Salud a Sare! ¡Aurrera beti!