Fede de los Ríos
JO PUNTUA

El antidisturbios vasconavarro

Detenido el jefe de los Antidisturbios en Navarra y Euskadi por conducir borracho y en dirección contraria por la A-15 a la altura de Zizur». Así daban la noticia las radios y los periódicos. O sea, después de los denodados esfuerzos de las gentes de bien en demostrar de manera reiterada que lo que llaman País Vasco y Comunidad Foral Navarra se parecen como un huevo a una castaña, después de cargar contra la sinrazón de un mapa del tiempo, el de ETB, que intenta unir, de manera velada, un territorio que disfruta de un clima tropical como el navarro con otro que sufre la climatología de la tundra siberiana, como es el que reina en las provincias traidoras de las Vascongadas.

Ahora resulta, cágate lorito, que el jefe de los antidisturbios en «Navarra» y el jefe de los antidisturbios en «Euskadi» son uno y el mismo. De lo que se infiere que, a la hora de recibir hostias, vascongados y navarros somos sujetos totalmente intercambiables, y, por lo tanto, diferentes al resto de los denominados españoles. El Disturbio, a ojos del Estado español, es la seña de identidad, la característica identitaria específica de los vasco-navarros y, por ende, de la inexistente y ucrónica Euskal Herria. Hay que joderse.

No es de extrañar que tanta contradicción entre teoría y práctica aboque a los miembros y Fuerzas de Seguridad del Estado español a darse a la bebida e incluso a conducciones kamikaze. Reforzadas mediante instrucción y entrenamiento sus aptitudes naturales hacia la acción no reflexiva de dar hostias sin ton ni son como satisfacción de un raro y misterioso placer; impermeables al ejercicio de la argumentación propio de los humanos, sus no del todo semejantes, la exótica tarea de pensar causa en su poco entrenado córtex cerebral daños irreparables que los lóbulos frontal y parietal no pueden suplir satisfactoriamente por muchas hostias que ayuden a repartir a los músculos.

Así, la sola existencia de un único jefe de las unidades de «Antidisturbios» para la CAV y la CFN, demuestra una realidad cuando menos similar. Aquí, los antidisturbios no enturbian como acostumbran, sino que aclaran lo turbio. Como el ertzaina que en Gernika puso en su sitio a la nonagenaria. Golpear a una maldad casi centenaria demuestra arrojo, pues como ya intuyó Garzón, a partir de los 90 todo es ETA.