Pablo CABEZA BILBO
Elkarrizketa
Libe García de Cortazar
Voz, teclados, composición...

«Ahora quiero sacar mis tripas cantando canciones lentas y pesadas, soltándome la voz»

«Ihesaldi handia» es el álbum debut de Libe, una bilbaina crecida en Gasteiz que presenta su primer trabajo en solitario tras acompañar a diferentes músicos con su teclado, coros y movimiento. Los primeros minutos de «Lilitegi antzua» bastan para percibir que lo que resta va a ser un disco diferente a los patrones habituales, como resulta. Libe se mueve entre atmósferas sombrías mezcla de intensa melancolía y grapas sobre la carne. Un camino singular repleto de beldad.

Con un año, los padres de Libe (Valentín y Begoña) se trasladan de Bilbo a Gasteiz, donde crece y se relaciona con la escena musical de la ciudad. La primera experiencia seria la vive al lado de Neubat, 2003. Sus teclas son el contrapunto a la rudeza del sonido de la banda.

En 2005 participa en «Duna», de Sorkun, con quien gira en las presentaciones. Cuatro años más tarde es corista en la gira de despedida de Ekon. Desde 2012 participa en otro de los proyectos más diferenciados de nuestra escena, Izaki Gardenak. 2014 es el año de su debut, la salida con Bonberenea Ekintza de «Ihesaldi handia», un disco de emociones frágiles donde la quietud de «Jaio naiz», «Hustua» o «Urratsak» se mezcla con la rebeldía sonora de otros momentos donde ritmo y guitarras se ensucian de hollín y crispación. Libe aporta la serenidad de las teclas y la amable textura vocal. situación que se repite en «Lilitegi antzua», «Ihesaldi handia», la rítmica «Nahigabe» o la descriptiva «Doinua».

«Ihesaldi handia» no es lo que se regala por estas fechas, en especial por la evidencia a la que se tiende, por la pereza a seguir la actualidad con la profundidad debida por parte de quienes encuentran en la música motivos emocionales. Algo fuerte se pierde, o no funciona, en este tránsito diario, pues el debut de Libe se halla entre los discos más sublimes de los últimos años.

Aitor Acosta, Eneko de Arza y Jesús Villalabeitia son el complemento musical del álbum, a quienes se suman Joseba Ponce con los arreglos, la aportación de una composición ruda, intensa, «Gurinezko bihotza», más Dani Foronda y Carlos Osinaga. Fotografía y diseño e ilustraciones están muy cuidadas. Es el trabajo de Dani Arrizabalaga, Marcial Justel y la propia Libe.

¿Cómo se relaciona su infancia con la música?

En casa de mis padres siempre hemos tenido instrumentos. Antiguamente un Hammond muy viejo con el que empecé a tocar de aquella manera a los 7 años. Mis padres han sido y son muy musiqueros, especialmente mi aita que ha escuchado mucha música siempre y creo que son los que me han inculcado esta pasión por la música. De niña me apuntaron a clases de solfeo y piano, pero con el tiempo lo dejé porque era como ir obligada a aprender algo que se te impone y para mí eso no era divertido y no me gustaba. Yo quería inventar melodías y hacer lo que se me pasara por la cabeza. Por eso no tengo mucha habilidad con el piano, toco como para defenderme y sin mucha complicación, me sirve para componer y como acompañamiento, ya que lo que en el fondo me gusta es cantar.

De apoyo vocal a voz principal.

Siempre he querido cantar lo que bullía dentro de mí, y puede que por falta de seguridad no encontrase el momento. También soy muy exigente conmigo misma, por lo que cualquier cosa no vale. Así que hasta no tener claro que lo que había hecho lo podría defender bien, no me he arriesgado. Igual por eso he tardado tanto en materializarlo, pero cuando me he puesto, como tenía tantas ganas de llevarlo a cabo, me he dejado la piel.

¿Qué entorno musical ha coloreado su formación? ¿Con qué sonidos ha ido formándose?

En casa siempre han sonado The Beatles, música soul y grupos de los años setenta, como la Creedence, Ike and Tina Turner... o los Stones. En la adolescencia conocí otro tipo de música que me llenó, grupos como Deftones, Helmet... En Euskal Herria me fijé en propuestas como las de Pilt o Dut. Unos años después entraría en una etapa mas stoner, Kyuss, El Caco, Los Natas... Fue también cuando conocí a Ima, Atxus y Kanda (que es una de mis influencias mas directas, ya que con él empecé y eso no se puede olvidar). Es el tiempo de Neubat, y son ellos los que me dieron la primera oportunidad de tocar y cantar fuera de casa. Es el principio de todo esto. Otra de mis influencias más fuertes y directas es Sorkun, con quien he compartido una época muy bonita. Pero bueno, me considero de oído abierto y puedo escuchar muchos tipos de música. El soul, por ejemplo, es uno de los estilos que más me gusta escuchar, pero el que más me llega es el rock.

Ha colaborado con mucha gente. ¿Intuía que tendría su momento propio?

La idea de hacer algo propio siempre ha estado ahí. No sabía cuándo, cómo ni con quién, pero tenía claro que algún día lo haría. He hecho cosillas en casa por hacer y hoy todavía tengo y hago maquetas que igual nunca salgan y se queden en las paredes de mi casa. Hace un tiempo me propuse que tenía que hacer algo con fundamento, y coincidió que tenía tiempo, ganas e inspiración y me puse en serio a acabar lo que había empezado. Pasé una etapa mala en mi vida con muchos cambios personales y puede que, sin quererlo, incentivasen la necesidad de pasar más tiempo delante del piano y desahogarme de esa manera. La mayoría de las canciones son de esa época. Por eso tienen ese toque oscuro y melancólico.

Ha acompañado a bandas cañeras, pero «Ihesaldi handia», a pesar de esas guitarras dolientes, no se parece a sus colaboraciones previas. Va más con el habitual negro de sus ojos.

Ya he comentado que este disco viene a ser el desahogo de una mala racha personal, por eso es tan negro, aunque no todo es tan oscuro. Hay canciones que miran más hacia la luz que hacia la sombra. Sí, creo que es cañero, no en el sentido rítmico, pero las canciones, a pesar de ser muy lentas e infinitamente largas, tienen caña, una fuerza muy densa y profunda, pesan cien mil kilos. Además, en directo esa fuerza todavía es mayor. Reconozco que a veces sí echo de menos la contundencia de los conciertos de Neubat, y el punto de bailar en el escenario, porque me lo pasaba muy bien, pero ahora quiero sacar mis tripas cantando canciones lentas y pesadas, soltándome la voz.

El álbum no se parece a nada de lo que se ofrece actualmente en Euskal Herria, para su fortuna: ¿ Qué tal se siente sola?

No me siento sola ni he buscado o intentado hacer algo único y diferente, es simplemente lo que ha salido. Si me comparase con muchas de las propuestas que hay hoy en día en nuestro país y que triunfan muchísimo, sí que me podría sentir sola, porque no me veo tocando estas composiciones a las 12 de la mañana en un Araba Euskaraz, ya que algún tema es más una marcha fúnebre que una canción para bailar, pero tampoco buscamos eso. Nosotros nos sentimos mejor tocando en una sala pequeña con muy poca luz y en un ambiente más íntimo. Ahora, que si surgiese tocar en algún festi, encantados. De todas formas, creo que actualmente hay muchas propuestas realmente buenas e interesantes. Hace unas semanas vi de nuevo a Napoka Iria en directo y me volvieron a dejar perpleja por la calidad que tienen tanto en la ejecución, cantando y tocando, como en las composiciones.

¿Qué proceso ha llevado para crear y definir «Ihesaldi handia»?

Nace de unas ideas propias elaboradas en casa con el piano. Una vez ya tenía la canción prácticamente terminada con la melodía de voz concluida, se la mandaba a Joseba Ponce (Kuraia...) para que le metiese los arreglos de batería y cuerdas, todo ello con el ordenador. A veces me he dejado llevar por sus propuestas y en otras ocasiones ha plasmado lo que yo le sugería y quería transmitir. Es quien ha compuesto los arreglos de: «Urratsak», «Lilitegi Antzua», «Ihesaldi handia», «Haizea» y «Doinua». Es un genio haciendo música y pilla la esencia muy rápido, ha sabido vestir las canciones como nunca pensaba que quedarían. Recuerdo el primer tema que arregló, «Urratsak», cuando me lo mandó por correo y lo escuché por primera vez se me saltaban las lágrimas porque consiguió que una idea de voz con un órgano de fondo y una batería puesta de cualquier manera se convirtiese en canción. Ha hecho magia, y su encanto está patente en el disco. Además me dio «Gurinezko bihotza», canción compuesta íntegramente por él y tocada y grabada también por él. Un regalazo.

Y una banda que admira y estima por todos sus valores tanto musicales como humanos.

Txus tiene mucho gusto ideando detalles con la guitarra y siempre da el 100%. Se exige mucho y eso en el resultado se nota. De Atxus qué puedo decir, con una sola mirada nos entendemos perfectamente. Llevamos muchos años tocando juntos y creo, además, que es una de las mejores personas que conozco, desde el principio tenía claro que él tenía que estar en esto. Eneko es una amigo de hace años con el que compartí un proyecto de teatro musical que se llamó Arquitecturas Eróticas y que nos unió mucho, es un músico muy trabajador y constante, la verdad es que ha hecho muy buen trabajo. Ahora para los directos Eneko ya no está y nos acompaña Dani Arrizabalaga, como batería es una máquina y como compañero una gozada. A parte de ser una banda envidiable porque son unos musicazos, las risas que nos echamos en el local y durante los viajes no sé si superan la calidad musical que tienen. Es increíble encontrar a estas alturas compañeros tan grandes y que lo den todo de verdad. Es muy complicado conectar tanto con alguien y más a la hora de componer o de transmitir sentimientos tocando. Yo sin ellos no voy a ninguna parte.

Ha optado por guitarras densas, en ocasiones por encima de las teclas.

Si tocase el piano como una pianista o el órgano como una organista, seguramente estaría mucho más presente, pero creo que es más inteligente hacer menos y bien, que mucho y mal. Como Txus toca muy bien la guitarra, pues adelante. También creo que el bajo, por ejemplo, está muy presente y tiene mucha vida en el disco.

La portada es muy alegórica, visual, como todo el trabajo de diseño y fotos.

Tenía claro que «Ihesaldi handia» sería el nombre del disco y, en base a esa idea, un día viendo la película «The prestige», se me ocurrió la idea de plasmar una imagen representando un truco de escapismo bajo el agua... Con la ayuda de Dani Arrizabalaga como fotógrafo, fuimos a las piscinas de Mendizorrotza para sacar las fotos. El mensaje de la portada es la angustia ante una situación de la que estás intentando escapar, y ya en la contraportada, aparece la cuerda suelta, se supone que he conseguido escapar. El mensaje se puede interpretar de mil maneras, para mí es que ante los problemas si eres valiente y luchas de verdad, seguro que sales adelante.