Amaia U. LASAGABASTER
DESDE LA GRADA

La fórmula no siempre funciona

El Eibar dejó creer a su rival que dominaba la situación. Permitió a la Real achucharle, cuidando que fuera siempre con más apariencia que efectividad. Hasta que cambió de velocidad. Los armeros habían atacado menos pero mejor en la primera parte. Pero tampoco marcaron y tras el gol de Prieto empezó a pesarle todo. Las ausencias, el marcador y las piernas. El tesón no le bastó.

El Eibar ha perdido porque la Real este año solo gana a los grandes. Nada mejor que el humor para consolarse, pensaba anoche la afición azulgrana que, por primera vez en este año recién comenzado, no podía aplaudir el resultado.

Sí aplaudió, al menos por momentos, a su equipo. Que, como de costumbre, quiso ganar, aunque estuviera lejos de poder hacerlo. Y es que la fórmula no siempre funciona.

No lo hizo ayer. Quizá porque Gaizka Garitano tuvo que variar demasiados ingredientes. Sobre todo en defensa. En una línea inédita, Bóveda estuvo acompañado por Añibarro -que apenas había disputado los 45 minutos de la semana pasada en Córdoba-, Lillo -que en sus otras dos actuaciones como central lo había hecho en una línea de cinco- y Abraham, que llevaba fuera del once desde la visita del Real Madrid a Ipurua. Pese a lo forzosamente revolucionario de la zaga, no quiso Garitano realizar más cambios de los estrictamente necesarios. Ni quinto central ni trivote, apenas un cambio de posición entre los jugadores más adelantados.

Tampoco cambiaron los usos de los armeros, que se mostraron como acostumbran a domicilio. Dejando hacer a su rival de inicio. Dejándole creer que domina la situación, con esa tranquilidad pasmosa con la que el Eibar permite a sus anfitriones achucharle, cuidando que sea siempre con más apariencia que efectividad. Hasta que, empezando a impacientarse ya el de enfrente, sorprende con un cambio de velocidad. Lo forzó en Anoeta, mediado el primer tiempo, y la Real, que durante veinte minutos no había tenido que preocuparse de proteger a Rulli, le vio las orejas al lobo. Y con razón porque hasta entonces los donostiarras habían atacado más pero de ahí al descanso los eibarreses lo hicieron mejor.

Pero el resultado fue similar para ambos. Tampoco el cuadro armero acertó. Lo lamentaría en la segunda parte. Le costó más frenar el arranque de su anfitrión y a los diez minutos de la reanudación se veía con el partido cuesta arriba. Un velo de pesimismo cubrió al Eibar. Y así empezaron a pesar las ausencias como no lo habían hecho hasta entonces, empezó a pesar el marcador y empezaron a pesar las piernas. No se rindieron los armeros hasta el pitido final pero tampoco el tesón obtiene siempre recompensa.