Mikel INSAUSTI DONOSTIA

«Nightcrawler» destripa el macabro negocio de los noticieros sangrientos

«Nightcrawler» es una de esas películas excepcionales que marcan un antes y un después en la carrera del actor que la protagoniza, siendo el afortunado Jake Gyllenhaal. Está sublime en su interpretación de peligroso sociópata, lo que le valió una nominación al Globo de Oro. En los Óscar, sin embargo, la nominación ha ido para el genial guion del debutante Dan Gilroy, que ha conseguido una ópera prima impactante sobre el cruel negocio de los noticieros sangrientos.

Si a Jake Gyllenhaal le faltaba una película para estar en el lugar que le corresponde como actor, que es entre los grandes de su generación, ya la tiene. Su nominación al Globo de Oro estuvo más que justificada, por que completa una de las mejores interpretaciones que se hayan hecho de un peligroso sociópata. Un papel que ha sido calificado como una mezcla del Robert De Niro de «Taxi Driver» y el Javier Bardem de «No es país para viejos».

En cambio, en los Óscar la nominación ha ido para el Mejor Guion Original del debutante Dan Gilroy, hermano del conocido escritor y guionista Tony Gilroy, que aquí ejerce de productor. No se puede empezar una carrera como autor cinematográfico total con una ópera prima más impactante.

Amarillismo teñido de sangre

Hasta ahora se pensaba que el cine ya no podía ir más lejos en lo que a disección de la llamada tele-basura se refiere, porque ya es un fenómeno aceptado socialmente, y porque Sidney Lumet puso el techo en 1976 con la que parecía definitiva «Network». Pero hoy es el día en que «Nightcrawler» consigue ir todavía más allá, destripando el cruel y macabro negocio de los noticieros sangrientos.

«Nightcrawler» es un thriller nocturno con una atmósfera visual muy cercana a la de «Drive» de Nicolas Winding Refn, gracias a la fotografía de Robert Elswit, habitual e imprescindible colaborador de Paul Thomas Anderson. Capta al detalle las grandes diferencias de clase existentes en la ciudad de Los Ángeles, explotadas sin escrúpulos a la hora de vender las noticias de sucesos a los canales televisivos.

El ritmo narrativo va en constante progresión, sin parar hasta el final, de tal manera que sigue la turbia e imparable ascensión del enloquecido protagonista, el cual confunde la figura del emprendedor con la del capitalista criminal que no se detiene ante nada ni ante nadie, con tal de conseguir triunfar a cualquier precio.

Comienza siendo un buscavidas, un ladronzuelo que en medio de la crisis roba mobiliario público para venderlo como hacen los chatarreros. Hasta que un día contempla un accidente con víctimas mortales y el trabajo de los paparazzi especializados en la crónica de sucesos. Se hace con una cámara y un receptor de radio capaz de captar la señal de la Policía, para llegar antes que los demás al lugar del siniestro, del robo, del tiroteo o de lo que haya. Y de ahí al canal que quiera comprar su amarillista material teñido de sangre.