Dabid LAZKANOITURBURU

EEUU intenta ahora aplacar a sus aliados del Golfo sobre sus negociaciones con Irán

Todo el mundo es consciente de que un acuerdo entre EEUU e Irán sobre su programa nuclear daría paso a una normalización de relaciones que podría rediseñar completamente el mapa geopolítico de Oriente Medio. De ahí que, a medida que se acerca la fecha límite para negociarlo, cada uno de sus principales actores defienda con uñas y dientes su posición, obligando al Gobierno Obama a difíciles equilibrios que podrían acabar rompiendo la cuerda con Irán.

La Administración Obama titubea entre su convicción de que ya no tiene sentido ignorar que Irán es una potencia regional -a todos los efectos- y el vértigo que despiertan en EEUU las críticas de sus tradicionales aliados. Y no solo de Israel, cuyo primer ministro y candidato a la reelección, Benjamin Netanyahu, ha violado con su visita y discurso en el Congreso todos los usos diplomáticos con respecto su aliado histórico. También de rivales de Irán como Arabia Saudí, a donde partió ayer raudo el secretario de Estado de EEUU, John Kerry, tras reunirse por tercer día consecutivo en un gran hotel de Montreaux -en la ribera del lago suizo de Leman- con su homólogo iraní, Mohamad Javad Zarif.

Kerry recordó, en respuesta al incendiario discurso de Netanyahu, que reclamar simplemente la capitulación de Irán no es una solución al programa nuclear iraní. Anunció, además, algunos progresos en las negociaciones y, lo que es más impor- tante, certificó que la voluntad negociadora de Washington se mantiene al anunciar que las conversaciones se reanudarán el 15 de marzo, «probablemente en Ginebra», en palabras de un responsable estadounidense.

Y es que, aunque el plazo para un acuerdo político marco acaba el último día de mes -tendrían hasta junio para negociar los detalles- el propio John Kerry reconoció que persisten «brechas significativas y elecciones importantes que hay que hacer».

«Es como con el cubo Rubik (...) mientras cada pieza no esté en su sitio, nada está cerrado hasta que todo se cierre», señaló el responsable estadounidene desde el anonimato.

Dudas y consultas

De camino a Ryad, donde tenía previsto reunirse con el Consejo de Cooperación del Golfo y ser recibido por el nuevo rey saudí, Salman, Kerry insistió en que ha dicho que los factores políticos y externos no distraerán a EEUU de las conversaciones. «Vamos a seguir guiándonos por nuestros expertos, nuestros científicos, nuestros intereses nacionales», apuntó.

Pero dio inmediatamente una de arena al matizar señalando que un eventual acuerdo de Washington con Teherán debería ser examinado y avalado por la «comunidad internacional». En este término chicle incluyó textualmente «a expertos de todo el mundo, a los gobiernos que conforman el grupo 5+1 (además de EEUU, Rusia, China, Francia y Gran Bretaña, más Alemania), al Congreso estadounidense (con mayoría republicana) y a los países de la región concernidos por la cuestión».

Eso sí, el secretario de Estado estadounidense recordó a esos países concernidos que coincide con ellos en que el objetivo consiste en impedir que Irán se dote de un arma nuclear y «nosotros estamos seguros de que sin un acuerdo, Irán tendrá la capacidad de seguir adelante con su programa nuclear».

Tiempo: 15 años exige EEUU para que Irán congele su programa a cambio de la retirada gradual de sanciones. Irán parecería dispuesta a aceptar cinco y exige un levantamiento mucho más ágil de los castigos.

E Irán tiene otra baza. Su influencia determinante en los convulsos escenarios de Irak y Afganistán, quebraderos de cabeza para EEUU, y su papel central en la lucha contra el Estado Islámico y en la cuestión siria le convierten en un actor insoslayable. Hasta para su todavía histórico enemigo.

Netanyahu da por cumplidos sus objetivos, externos e internos

Al desafiar abiertamente a Obama, Netanyahu aspiraba a escorar el debate en EEUU en torno al programa nuclear iraní y a sacar réditos electorales de cara a las elecciones del 17 de marzo. A tenor de las reacciones a la defensiva de la Casa Blanca y de las reconsideraciones en parte de la bancada demócrata -que históricamente, no se olvide, ha sido más prosionista que los republicanos- el primer objetivo está conseguido. Con su discurso, Netanyahu impide que la Administración Obama margine a los opuestos al acuerdo y le pone en un brete. Más cuando la defensa a ultranza de Israel es troncal en la cultura política de EEUU de los últimos tiempos. Esto, pese a las ya rotas relaciones entre Obama y Netanyahu, hace difícil que EEUU se vengue aumentando la presión contra la colonización de Palestina, recortando su ayuda militar y financiera o apoyando a la ANP en las frustradas negociaciones. No es imposible, y no faltan las advertencias de la mayoría de columnistas israelíes, que le recuerdan que «sin EEUU ni siquiera las oraciones servirán» para parar el programa iraní.

Sobre los réditos electorales, lo sabremos en 12 días, pero por ahora Netanyahu ha logrado desviar el debate de las cuestiones sociales -su legado es nulo- al eterno tema securitario. Eso puede ser suficiente para que reduzca su mínima desventaja respecto a laboristas-centristas sionistas. Para ganar. D.L.