Mikel INSAUSTI
CRíTICA: «Calvary»

La Irlanda católica ha dejado de confiar en su Iglesia

Si la ópera prima de John Michael McDonagh «El irlandés» era una comedia negra, que diseccionaba la Irlanda rural a través de la figura de un agente de la Garda interpretado por el gran Brendan Gleeson; en su segundo largometraje «Calvary» el hermano mayor del dramaturgo y también cineasta Martin McDonagh vuelve a confiar en el imponente actor del pelo rojo, para introducirse en ese mismo ambiente, pero con un sacerdote católico como doliente figura central. Inevitablemente, el tono de la película resulta más grave y oscuro, más dramático e intimista, favorecido por el ritmo narrativo tan tranquilo y en apariencia costumbrista que caracteriza al autor.

«Calvary» puede ser calificada sin ambages de obra religiosa, y así se inicia con una cita de San Agustín muy pertinente: «No desesperéis: uno de los ladrones fue salvado. No presumáis: uno de los ladrones fue condenado». Cinematográficamente remite a «Diario de un cura rural» de Robert Bresson, a «Los comulgantes» de Ingmar Bergman y a «Nazarín» de Luis Buñuel. Pero lo hace desde la controversia misma, al cuestionar el papel que juega la Iglesia en la sociedad actual, con todos los escándalos provocados por los casos de pederastia de por medio.

John Michael McDonagh no debate desde la demagogia, sino que plantea un agudo dilema moral nada fácil de resolver para creyentes y agnósticos. El protagonista es un buen cura, un hombre de fe que vela por sus feligreses. Por el contrario, estos ya no creen en él y se sienten desengañándos, mostrándose indiferentes, cuando no airados. Al final es abandonado a su suerte, con ecos del conocido western «Solo ante el peligro».

Consciente de vivir en un mundo en el que pagan justos por pecadores, el piadoso religioso acepta su destino y se sacrifica por su comunidad, reviviendo a su manera el martirologio cristiano. Y así va pasando por las distintas fases el duelo, en un acto de autoinmolación donde el paisaje permanece tan quieto e inalterable como los propios personajes secundarios que no van a llorar su muerte.