LEVANTE 2

EIBAR 1

Aunque Edward Murphy no llegó a pronunciar la frase y fuera su labor investigadora la que realmente merece un lugar en la memoria, el nombre de este ingeniero estadounidense siempre se asociará al axioma de cabecera de los pesimistas. Ese al que parece haberse abonado el Eibar en los últimos tiempos y que ayer elevó a su máxima expresión. Todo lo que va mal, es susceptible de empeorar.

Vaya si lo es. Los azulgranas llegaron a Valencia con seis derrotas consecutivas a sus espaldas y regresaron habiendo añadido otra muesca a tan fastidioso recuento. Con el golaverage con un rival directo, que se coloca ya a dos puntos, perdido. Y con el colchón, tan mullido hace escasas semanas, sobre el descenso reducido a su mínima expresión. Apenas tres puntos, a la espera del Elche.

Pero la derrota del Ciutat de Valencia no solo duele en el plano numérico. Las formas también cuentan y la de ayer fue lacerante. Porque el bombón, la única alegría de la noche, el gol de Saúl que acababa con más de 400 minutos de sequía y ponía a los azulgranas por delante en el marcador, se convirtió en barro antes de poder disfrutarlo. Diez minutos le duró la ilusión al Eibar. Y solo dos necesitó el Levante para marcar otros tantos goles, con alguna acción sonrojante para su rival de por medio. Un golpe durísimo para un equipo sumido en la aflicción que, sin embargo, no se resignó a su destino. Pero este le tenía reservados más golpes, la expulsión de Dani García, que se perderá el encuentro frente al Barcelona, o el golpe de Manu del Moral que acabó muy renqueante el choque. A cada intento, un obstáculo, en un camino que, efectivamente, y como gusta subrayar Gaizka Garitano, no es el de un equipo vencido y desnortado; no lo fue ayer, al menos, pero ese camino que llevó a los azulgranas a la misma meta que los anteriores.

El técnico buscó un recorrido alternativo desde el principio. Pesos pesados del equipo, con muchos, quizá demasiados, kilómetros a sus espaldas se quedaron en el banquillo, mientras futbolistas con menos minutos, bien en las últimas, bien desde que llegaron, refrescaban la alineación titular. Con sorpresa incluida, como lo fue la presencia en el once de Dejan Lekic, que apenas había participado en once encuentros hasta ayer, siempre en las segundas partes.

No tuvo tanto protagonismo como le habría gustado. Entre otras cosas porque el equipo tuvo más mordiente en la reanudación, cuando el delantero dejaba su puesto a Arruabarrena. Pero también porque en la primera parte fue Manu del Moral, el hombre más entonado, casi el único en estas últimas jornadas, el que monopolizó el juego ofensivo del equipo.

No fue demasiado y se hizo esperar. El Levante, consciente de que un triunfo le sacaba del descenso y animado tras sus últimos resultados en casa, se hizo con el balón de inicio y buscó la portería de Jaime. Bien es cierto que lo hizo con más convicción que ideas. Y que se encontró con un rival bien puesto, que apenas realizó concesiones y que además se atrevió a estirarse de vez en cuando.

Pero fue en la reanudación cuando el Eibar dio un paso adelante. Hubo movimientos arriba, con Manu más escorado a la derecha, Capa a la izquierda y Saúl arriba. Pero sobre todo hubo mayor convicción. Y chispa. Ensayaron Manu y Saúl nada más arrancar la segunda parte pero estuvo atento Mariño. No tuvo tanta suerte diez minutos después, ante protagonistas parecidos. Balón largo de Navas, jugada de Manu y Bóveda por la derecha y preciosa volea de Saúl para firmar el 0-1. Se hizo la luz tras mes y medio de oscuridad. Y poco faltó para deslumbrarse. Pero Lekic no llegó por milímetros a la asistencia de Saúl.

Hubo tiempo de lamentarlo. En el 65, Barral remató de espaldas a la portería en un área llena de gente para restablecer el empate. Y dos minutos después, dos malos despejes de Ekiza acabaron con el balón rebotando en la cara de Navas y el gol de Uche. No se rindió el Eibar, que incluso fue capaz de generar alguna otra ocasión, pero Murphy no estaba por la labor. El Levante se aferró a su ventaja, Dani García vio la roja, Manu se llevó un fuerte golpe y el Eibar acabó llorando su mala fortuna.