Empresas reflotadas por sus propias plantillas
En un contexto de progresivo desmantelamiento del tejido industrial, poco a poco se van conociendo más casos en que los trabajadores toman las riendas de sus empresas para que vuelvan a ser viables y reinicien la actividad, transformadas en sociedades laborales. Azpeitia, una localidad que ha vivido el cierre de fábricas emblemáticas, reúne tres ejemplos de empresas que están viendo la luz al final del túnel.

En un tramo de menos de un kilómetro a orillas de la regata de Urrestilla se encuentran tres empresas que han atravesado graves dificultades, incluso el cese total de la actividad, pero que han conseguido volver a abrir sus puertas o están a punto de hacerlo de la mano de sus propias plantillas. Se trata de Muebles Azkue, que este mes volverá a poner en marcha sus máquinas tras dos años de cierre, Grumal (perteneciente a Fagor Electrodomésticos), donde siguen esforzándose en volver a la actividad, y Kimu Bat, una empresa de jardinería a la que las veinte personas que la componen han querido imprimir un nuevo rumbo.
Además de su cercanía geográfica, todas ellas tienen en común el hecho de que han sido los propios trabajadores los que han tomado las riendas de la empresa, mediante la adquisición de los activos y su conversión en sociedades laborales, un modelo empresarial que convierte a los empleados en dueños del negocio. Los dos primeros casos fueron puestos como ejemplo de buena organización por parte de la asociación que agrupa a este tipo de compañías, ASLE.
Muebles Azcue y Cía SA, una de las principales industrias del sector en Azpeitia, se sumaba en 2012 a la lista de empresas abocadas al concurso de acreedores. Su plantilla ascendía a 124 trabajadores que, tras conocer la noticia, lejos de tirar la toalla, se empeñaron en volver a poner en marcha las máquinas con las que habían trabajado durante gran parte de su vida.
Después de dos años de duras gestiones y negociaciones, están a punto de conseguirlo. Tan solo falta que el juzgado de lo mercantil confirme definitivamente la autorización de la venta a los trabajadores que han decidido seguir adelante con el proyecto, circunstancia que esperan se produzca de forma inminente.
El presidente del consejo de administración del nuevo Muebles Azkue, Xabier Oleaga, se muestra optimista, ya que una resolución judicial negativa «supondría ir en contra de lo que dijo antes el propio juez», y confía en que desestime el recurso de reposición presentado por las siete entidades que tienen hipotecadas las instalaciones.
«Los bancos piden que se subasten los activos para que puedan recuperar su dinero (7 milllones de euros) o, en su caso, una dación en pago. Es la razón que esgrimen ante el juez, pero ahí está también su punto débil, ya que con ello dan por hecho que aquí no va a seguir la actividad y es eso precisamente lo que quiere evitar el juez».
Y para demostrar que su único objetivo es volver a poner en marcha la fábrica, los trabajadores ya se han puesto manos a la obra. Para sufragar los dos millones de euros que les supondrá la compra de los activos, cada uno de ellos ha hecho ya una aportación de 15.000 euros, con lo que consiguen cubrir un millón, mientras la cantidad restante, así como otros 2,5 millones para reiniciar la actividad, será financiada por los bancos, con los que ya tienen la operación casi cerrada.
Entretanto, una treintena de personas, de forma voluntaria, lleva ya varias semanas preparando las instalaciones y toda la maquinaria, labores en las que llevan invertidos 700.000 euros -que ya han comenzado a generar riqueza en el entorno-, a los que próximamente se sumarán otros 150.000 para la adquisición de materia prima.
Pero la transformación en sociedad laboral no ha sido la única clave en todo el proceso de regreso a la actividad. Otro elemento fundamental ha sido el de la reconversión del catálogo de productos que sacarán al mercado. De la fábrica de Muebles Azkue de Urrestilla ya no saldrán muebles de alta gama, sino pavimentos de madera para suelos, más conocido como parquet. Para ello, han dado entrada en el accionariado a unos industriales cántabros que les han abierto el camino para estrenarse en este sector, uno de los de mayor proyección en la actualidad, aunque también tienen previsto retomar la fabricación de muebles de hogar, aunque no de gama alta.
Antes incluso de que hayan logrado poner en marcha las máquinas, Muebles Azkue ya cuenta con varios pedidos, que superan los 300.000 euros y que se exhiben en un tablón de anuncios a la entrada de la fábrica «para demostrarnos a nosotros mismos que el esfuerzo está valiendo la pena», señala Xabier Oleaga. Con el fin de atender estos pedidos, actualmente están produciendo en una planta de Briviesca, en Burgos.
En cuanto a la plantilla, los responsables de la empresa confían en que a fin de mes se puedan formalizar los contratos de las treinta personas que están actualmente preparando las instalaciones, cifra que irá aumentando progresivamente hasta 50 a finales de año y al centenar en 2016.
Arrastrada por Fagor
La segunda empresa de Azpeitia dedicada también a la fabricación de muebles que se ha transformado en sociedad laboral es la antigua Grumal, que quedó en una situación muy comprometida tras el cierre de Fagor Electrodomésticos, ya que la cooperativa del grupo Mondragon era su principal accionista.
Los empleados tenían ya suscrito un plan para pasar a ser socios de pleno derecho de Fagor, pero la quiebra les cogió en pleno proceso de transformación. Transcurrido más de un año de aquellos hechos, gran parte de su plantilla se encuentra actualmente trabajando en las plantas de Arrasate adquiridas por CNA, mientras otros han optado por cobrar la indemnización y algo más de una veintena ha decidido quedarse para tratar de mantener la producción, centrada en la fabricación de puertas para muebles de cocina.
Para ello, han capitalizado la prestación por desempleo y a finales de 2014 ponían en marcha la nueva Grumal bajo el nombre de ISEQ Azpeitia, gracias a que en todo este proceso han logrado seguir manteniendo sus principales clientes.
En cualquier caso, los detalles de la operación aún no se han dado a conocer. Representantes de la empresa consultados por este diario prefieren esperar a cerrar los aspectos financieros que determinarán la viabilidad futura de este proyecto industrial.
Kimu Bat: «ha sido más fácil crear una sociedad laboral que una cooperativa»
A muy poca distancia de Muebles Azkue se sitúa Kimu Bat, una empresa con más de veinte años de trayectoria dedicada a la jardinería que recientemente se convertía también en sociedad laboral como alternativa a la difícil situación económica que estaban atravesando.
Hace dos años, las veinte personas que la integran plantearon a los cuatro socios que dirigían la empresa su intención de hacerse cargo de ella y, tras alcanzar un acuerdo, decidieron dar el paso en julio del pasado año y hacer una aportación económica que dio origen a la nueva K-1 Eko-paisaia. Se da la paradoja de que la persona que antes representaba a los trabajadores es ahora el presidente de la sociedad.
Al igual que en Azkue, pensaron que además de cambiar el modelo organizativo, también era preciso dar un nuevo impulso a la actividad abriéndola a otros nichos de negocio.
Tal y como explica Pello Igarataundi, uno de los socios, «hemos aprovechado la crisis para reinventarnos». Así, han transformado lo que era una empresa tradicional de jardinería en otra dedicada al medio ambiente, la horticultura y el paisajismo. Sus especialidades son el diseño y gestión de parques de huertas, así como la construcción de piscinas naturales o estanques, con capacidad para depurar aguas residuales mediante plantas acuáticas. Para dar este giro al negocio han contado con la ayuda de entidades como Tecnalia o la agencia de desarrollo comarcal Iraurgi Berritzen.
Igarataundi explica que para ellos fue más fácil crear una sociedad laboral que una cooperativa, ya que no implicaba tantas dificultades, por ejemplo, a la hora de capitalizar el paro. La asociación de Sociedades Laborales de Euskadi, ASLE, otra de las entidades que les ha asesorado en todo este proceso, ratifica este extremo: «Es cierto que este modelo es más flexible que el de una cooperativa, sobre todo a la hora de hacer cualquier movimiento, ya que las sociedades mercantiles se mueven por participaciones y acciones, y en las cooperativas a través de los socios», señala Anabel Yoldi, de ASLE.
Pese a ello, los trabajadores de Kimu Bat se refieren a su empresa como «cooperativa», porque tienen claro que todos son los dueños. «Cuando empezamos con esto nos pusimos dos condiciones: que estuviera integrada por los propios trabajadores y que todos tuviéramos el mismo nivel de participación».
En opinión de Pello Igarataundi, la implicación de las personas «no tiene nada que ver» con la de antes y reconoce que el negocio les va bien, hasta el punto de que están contratando eventuales para los periodos de mayor actividad. J.S.

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