Alberto PRADILLA
MADRID
ENCRUCIJADA EN EL TABLERO POLÍTICO ESPAñOL

Sánchez busca a Podemos y C’s para formar Ejecutivo pese al veto mutuo

Pedro Sánchez intentará ser presidente español después de que Felipe de Borbón le instase a someterse a la investidura. El líder del PSOE se dará un mes para desarrollar sus negociaciones y apunta hacia Podemos y Ciudadanos, pese a que sus líderes se han vetado mutuamente para un posible pacto de gobierno. Por lo menos, algo se mueve.

«Los españoles merecen un Gobierno. Yo voy en serio». Pedro Sánchez será el primero en intentar ser presidente del Ejecutivo después de que el jefe del Estado, Felipe de Borbón, le diese la alternativa como opción para formar Gobierno. La duda estaba en si el rey español iba a optar por el PSOE o se daba un tiempo de reflexión teniendo en cuenta que las matemáticas no dan para ninguna alianza. Con Mariano Rajoy fuera de juego, solo era posible que Sánchez diese el paso. Y lo hará. Otra cosa es en quién puede conseguir apoyarse. En su primera aparición solo concretó que contará con «todas las fuerzas políticas del cambio». Es decir, que sigue jugando a seducir a Podemos y Ciudadanos a pesar de que ellos ya han dicho que son incompatibles para una investidura. No se puede olvidar que hay un doble juego. Por una parte el que puede llevar a un candidato, en este caso Sánchez, a Moncloa. Por otra, el de cargarse de razones en caso de una negociación frustrada que pueda usar contra sus rivales en unos eventuales comicios.

Era lógico pensar que Sánchez era el único que podía ser nominado por el rey español. No porque tenga ahora los votos, sino porque concita menos rechazo que Rajoy, que tiene a todos en contra menos a sus 123 diputados. Así que cuando Patxi López, presidente del Congreso, leyó la orden de la Casa Real, lo que se abre es un proceso largo e incierto a varias bandas que comenzará hoy, cuando el secretario general del PSOE dé a conocer a su equipo negociador y el calendario de reuniones que pretende desarrollar «con todos».

Con el PP, temas «de Estado»

Sánchez ya había comparecido por la mañana, cuando se había mostrado muy duro con el PP, moderadamente crítico con Podemos y, sin nombrarlo, dispuesto al acuerdo con Ciudadanos. Por la tarde, ya con el encargo bajo el brazo, el tono cambió y se mostró más cercano a Génova, a quien trató como a un hermano descarriado y hermético con Podemos y Ciudadanos, a los que no nombra explícitamente, pero hacia los que dirige sus mensajes. El secretario general del PSOE, que se está haciendo un experto en lidiar con escenarios adversos, lanzó un discurso de investidura por adelantado, basculó entre izquierda y derecha y, por no rechazar, ni siquiera dio portazo al PP, aunque sea para atar las «cuestiones de Estado».

Según su lógica, asuntos como el de la independencia de Catalunya o el «pacto antiterrorista» son un coto en el que se entra pero no se sale. «Somos la alternativa al PP, pero en cuestiones de Estado esperamos que tenga lealtad», argumentó Sánchez. Dio un paso más allá. Afirmó que no cuenta con Génova para ningún tipo de alianza gubernamental, es decir, para entrar en un gabinete, nada dice de una abstención que Rajoy había descartado horas antes, pero sí para los asuntos serios. Y lo dejó claro: «no habrá reforma constitucional que no cuente con el PP». Es decir, que la democratización del Estado español queda para mejor oportunidad, al menos según las palabras de quien aspira a ser su presidente. También es cierto que para cualquier cambio en la Carga Magna necesita al Senado,que está en manos de Génova por mayoría absoluta. Aunque sea en términos retóricos habrá que ver qué ocurre si para ser investido tiene que contar con los votos de Podemos y de los independentistas catalanes (al PNV se le da por amortizado). ¿Cambiará de discurso? Ese escenario todavía queda a muchas reuniones de distancia.

No al independentismo

Según Sánchez no habrá vetos salvo en el caso de los soberanistas, con los que se reunirá únicamente para decirles que «no». Sin embargo, esos vetos ya han llegado desde Podemos y Ciudadanos, que no se ven mutuamente compartiendo gobierno. Pablo Iglesias compareció antes incluso de que fuese oficial que Sánchez era el candidato para reiterar que estaba ofreciendo algo que «no tiene», que es el apoyo para ser presidente. En su opinión, en Ferraz solo hay dos caminos: uno, el de la «gran coalición con PP y Ciudadanos» y, otro, «un Gobierno de cambio». El veto no solo lo impone Iglesias, que aboga por un tripartito entre PSOE, Podemos e IU con el apoyo «de vascos y catalanes». También Ciudadanos, que quiere ejercer de bisagra entre Ferraz y Génova. A día de hoy, estos tampoco quieren ningún tipo de acuerdo que implique que el rival se quede con la presidencia del Gobierno. Aunque siempre pueden cambiar.

Aquí opera también el juego de la culpa ante unas posibles nuevas elecciones. Es decir: Rajoy quiere responsabilizar a Sánchez si no hay un acuerdo. Al líder del PSOE le interesa cargar el peso del fracaso a Pablo Iglesias y viceversa. Buena parte de la tensión dialéctica se encuentra entre estos dos. Por último, Rivera sabe que otra cita con las urnas le condenaría a la irrelevancia, así que intenta sacar la cabeza del traje. Sánchez asumió que necesitará al menos un mes de negociaciones. Aunque es evidente que lo que realmente se va a desplegar es la presión de si se pierde más ante las urnas o renunciando a ideas.

 

Un mes de negociaciones para una primera sesión y el tope para finales de junio

Pedro Sánchez calcula que necesitará un mes para completar unas negociaciones para las que no ha impuesto límites. Es decir, que en principio hablará con todos los grupos representados en el Congreso español. Mientras tanto, el plazo para ser investido presidente español se solapará con el proceso interno que se sigue en el PSOE para reelegir al secretario general. Ambos procedimientos tienen mucho que ver entre ellos. En caso de que Sánchez lograse un acuerdo durante los próximos 30 días, el secretario general del PSOE sometería a votación el pacto. En caso de que fuese ratificado por la militancia pasaría al Comité Federal, que tendría las manos atadas para rechazarlo en caso de que las bases hubiesen dado el visto bueno.

Esto sería a principios de marzo. En caso de no haber acuerdo, es muy posible que se celebrase el pleno de investidura de todos modos. En este caso, la sesión sería un toma y daca entre los grupos, buscando responsabilizar al otro de la ausencia de un presidente. Ahí podrían ocurrir varias cosas. O que Sánchez se viese con fuerzas para seguir y metiese presión a Podemos, o que el PP tomase la alternativa y buscase la abstención del PSOE o que todo se quedase enrocado y se repitiesen elecciones. Todo ello con el cronómetro de dos meses en marcha.

Mientras tanto, el 8 de abril los aspirantes a secretario general del PSOE presentarán sus avales y el 8 de mayo recibirán el apoyo de los militantes. Tres semanas después se celebrará un Congreso que, no obstante, puede ser aplazado según intereses electorales.A.P.

Rajoy da un paso atrás tras volver a constatar que necesita al PSOE para seguir en Moncloa

No había sido invitado por el rey español para formar Gobierno como diez días atrás, así que no esperó a que Felipe de Borbón anunciase su decisión. Mariano Rajoy, presidente español en funciones, se retira tácticamente para que Pedro Sánchez intente ser jefe de Gobierno. Insistió en lo que viene diciendo desde hace semanas: que sin el apoyo del PSOE el PP no puede aspirar a mantener el Gobierno por lo que será el líder de Ferraz el que tenga que buscar aliados. Como receta alternativa, el todavía inquilino de la Moncloa no abandonó su proyecto de un Ejecutivo liderado por él mismo con el apoyo de Ferraz y de Ciudadanos. «Aquí no se trata de hacer experimentos, sino de respetar la voluntad de los españoles», afirmó.

Fue muy claro en su rechazo a un posible Ejecutivo entre Pedro Sánchez y Albert Rivera que estuviese liderado por él mismo. «En ningún caso» se abstendría, aseguró, rompiendo esa idea de que suele tender a no adoptar decisiones confiando en que el tiempo le dé la razón. Su determinación es clara: no dará aire al PSOE y pondrá la presión para lograr una «gran coalición» que, por el momento, se le resiste. En caso contrario y de repetición de elecciones su estrategia es evidente. Intentará polarizar entre ellos y Podemos, confiando en un descalabro de Ferraz y el hundimiento de Ciudadanos.

Por el momento, Rajoy insiste en que PP, PSOE y C's «están de acuerdo en los temas fundamentales», que se limitan a la «unidad de España», la «lucha contra el terrorismo» y la «consolidación de la recuperación». Una razón para ese tripartito por el que abogan en Génova y también excargos de Ferraz. «Mandaría un mensaje de estabilidad, seguridad y certidumbre dentro y fuera de España», dijo, tras remarcar que su intención es seguir al frente de su partido y optar a la presidencia. A.P.