«La juventud necesita espacios para respirar y poder desconectar»
En el marco de la iniciativa The Future Game, BBK Kuna, DOT y la Universidad de Deusto han tratado la salud emocional de la juventud vasca, en un estudio que deja cifras impactantes, como el 25% que dice sentirse solo. El director de BBK Kuna expone en esta entrevista algunas claves.

En el estudio han abordado la situación emocional de la juventud vasca, y el título del trabajo ya es bastante elocuente: “Erupción emocional Z”. ¿Qué se han encontrado?
Nos hemos encontrado con una generación –se centra en la generación Z (1995-2010)– cada vez más consciente de la importancia de la salud emocional, y muy consciente de las consecuencias de los problemas derivados de ella. Tanto, que piensa que va a condicionar su vida en términos sentimentales, en términos laborales, de relaciones sociales... La conclusión más positiva del estudio es que esta es una generación que ha puesto en el foco del debate público la salud emocional. Otras generaciones no lo hemos conseguido, quizá porque estábamos centrados en otras cuestiones, pero esta sí que lo ha puesto sobre la mesa.
Se menciona la pandemia como punto de inflexión. Aquello marcó la salud emocional del conjunto de la sociedad, ¿lo hizo con mayor intensidad entre la juventud?
A tenor de lo que dicen los datos, sí. La pandemia afectó a muchos de estos jóvenes en plena adolescencia, y eso les hizo más conscientes de la realidad en la que estaban. Nos pasó a todos, y en personas que estaban empezando a abrirse al mundo tanto social como emocional y personalmente, parece que sí que ha habido una mayor afección. Es verdad que las consecuencias de la pandemia han servido para que hablemos más de salud mental, quizá es de lo único positivo que ha quedado de aquello, el hecho de que ahora seamos más conscientes de que la salud mental importa. Estos jóvenes nos han ayudado a mantener esa sensación que teníamos durante la pandemia de que había que cuidar la salud mental, han ayudado a traerla hasta nuestros días.
Una de las cosas que se menciona en el estudio es el ritmo frenético en el que transcurren sus vidas. Hoy va todo muy rápido, las noticias caducan en horas, los trabajos apenas duran. ¿Echan en falta mayor estabilidad? ¿Sienten descontrol sobre sus vidas?
Echan en falta una mayor profundidad. Porque efectivamente la vida que llevamos es frenética, tanto que solamente nos quedamos en los titulares. Ocurre en los medios, ocurre en las redes sociales e incluso en las relaciones personales. Uno de los participantes lo exponía gráficamente cuando explicaba que hoy los cumpleaños se felicitan por WhatsApp, ya no se llama a la gente. No hay profundidad. Va- mos saltando de un tema a otro, de un titular a otro, de una relación a otra, de un grupo de WhatsApp a otro... Se ha puesto el foco en las redes sociales, que pueden ser lo más sintomático, y de hecho hay jóvenes que están diciendo que quieren hacer una limpieza de redes sociales, algunos las han eliminado de su vida, quizá buscando esa mayor profundidad en sus relaciones.
«La vida que llevamos es frenética. Un participante lo exponía gráficamente cuando explicaba que hoy los cumpleaños se felicitan por WhatsApp, ya no se llama a la gente. No hay profundidad»
En el estudio se menciona que «la necesidad de encontrar momentos y espacios de reposo es un reclamo cada vez más recurrente». Se refieren, claro, al reposo mental, a poder desconectar. No desconectan ni en los momentos de ocio. Eso es una carga.
Sí. Es que nos pasa a ti y a mí, no desconectamos, es imposible que desconectemos. Y para estos jóvenes, de quienes se espera incluso que estén más conectados, porque ya han nacido con esa tecnología, todavía es más complicado. Necesitan ese espacio para respirar, para poder disfrutar de un ocio no saturado de redes sociales, ni de relaciones superficiales. Una de las principales consecuencias que podemos extraer de este estudio es que está generación Z, y esto es bastante curioso, se puede comparar más con la de nuestros padres y madres, con la generación boomer, que con la nuestra. Ese es un símil que ha salido en muchas ocasiones y que nos ha llamado la atención. Quizá nosotros le hemos dado mucho peso a la tecnología en contra de las relaciones personales, pero la generación Z, según los datos que han dado forma a este trabajo, quiere volver a conectar analógicamente. De hecho, muchas veces se llevan mejor con sus aitites y amamas que con sus padres y madres. Buscan esa conexión más humana.
También buscan mayor conexión con la naturaleza, es algo que les gusta. Estamos viendo como una vuelta atrás, que no es en absoluto negativa, que seguramente sea algo positivo. Es una cosa llamativa y responde a esa necesidad de buscar espacios para el respiro, respiro que puede darles algo como una conversación con su aitite, que les llena.
«La generación Z quiere volver a conectar analógicamente. De hecho, muchas veces se llevan mejor con sus aitites y amamas que con sus padres y madres. Buscan esa conexión más humana»
Quizá vuelvan a ponerse en valor las bondades de “perder el tiempo”...
Ojalá. Porque es lo que estos jóvenes quieren. Y esto también puede ayudar a futuros aitas y amas a la hora de educar a sus hijos e hijas, para que piensen que si un niño o una niña se aburre no es malo, que “pierda el tiempo” no es malo, eso despierta su creatividad. Otra característica de estos jóvenes es que tienen mucha creatividad, pero esa creatividad tiene que salir de alguna forma. Cuando están aburridos, cuando “pierden el tiempo”, cuando pasean, cuando están tomando un café o charlando tranquilamente, y no hiperconectados a las pantallas. Es algo que está aquí y, si no, va a caer por su propio peso, porque el ritmo frenético que tenemos hoy día en nuestra vida es imposible de sostener.
Un posible obstáculo en ese objetivo es el FOMO (Fear of Missing Out) o miedo a perderse algo. La necesidad de estar siempre conectado, no vaya a ser que ocurra algo importante y que no me entere... Eso es algo que existe.
Sí, sí, eso existe claramente y es lo que les lleva a estar conectados a las redes sociales, es el principal motivo para estar permanentemente conectados. Esa sensación de perderse algo que está pasando en su comunidad. Y es curioso, porque ellos y ellas hablan mucho de comunidad, de querer ser parte de una comunidad, pero luego les cuesta mucho que eso se materialice. Una cosa muy concreta que nos han dicho es que a ellos les gustaría ayudar en causas sociales en su comunidad, pero que no saben cómo hacerlo. Esto es algo que para otras generaciones era muy fácil, era fácil estar en comunidad. Ahora sin embargo sienten que no existe esa comunidad. Es algo virtual. Esta es la generación que más seguidores tiene en redes, pero quizá amigos o amigas con las que puedan tomar un café, no tienen tantos.
Esa sensación de no poder perderse nada, porque quieren ser parte de una comunidad, y a la vez el sentimiento de no conseguir nunca ser parte de una comunidad, les lleva por un lado a estar conectados permanentemente, y al mismo tiempo les genera frustración, porque ellos son capaces de ver más allá de la superficie y saben cuándo algo en las redes sociales es verdadero o no.
«Una cosa que nos han dicho es que les gustaría ayudar en causas sociales en su comunidad, pero que no saben cómo hacerlo. Hace años era fácil estar en comunidad. Ahora, sin embargo, sienten que no existe esa comunidad»
Profundizando en este tema, uno de cada cuatro jóvenes afirma sentirse solo, más de la mitad no tiene a nadie para hablar de sus problemas diarios y el 15% se siente abandonado. Los datos son terribles.
Sí, es grave. Es grave porque todas las estrategias que hemos tenido en este país en torno a la soledad no deseada han puesto el foco en las personas mayores, y quizá tenía que ser así, pero hemos pensado poco en los jóvenes. Quizá también porque son personas de las que nadie espera que estén desconectadas. Tienes miles de seguidores en Instagram, pero esos no son ami- gos verdaderos. Es algo que muchas veces dicen los jóvenes, que cada uno va a su bola.
Esto es real, y son datos que deberían ser tenidos en cuenta por las diferentes administraciones que tienen competencias en la salud mental, en la salud emocional. Creo que les puede servir para tomar la medida de este asunto y para constatar que, efectivamente, la gente joven también está sufriendo soledad. Y no sabemos en qué va a derivar eso, pero muchas veces termina en problemas de salud mental, con todo lo que ello conlleva.
Otro elemento importante para la preocupación de los jóvenes actuales es la crisis climática y sus consecuencias. Lo que para las generaciones anteriores era algo teórico, o ni eso, lo está padeciendo de primera mano la juventud actual.
Sí, tienen lo que se llama ecoansiedad. Los jóvenes creen que han sido las generaciones anteriores las que han hecho que la situación del planeta se vuelva casi insostenible y que a ellos les tocará darle la vuelta a esa situación. Y, claro, ven que eso es algo muy difícil. Todo esto les produce ansiedad; ansiedad cuando se dejan desperdiciar alimentos, ansiedad por contagio, ansiedad porque se van a producir desastres climáticos. La sensación general es que en esa generación, sin que ellos tengan responsabilidades, tendrán que asumir una carga que es muy grande. Pero, por ver el lado positivo, esta será probablemente la generación que más trabaje para hacer frente a la crisis climática. Porque tiene la mejor formación y la mayor conciencia. Dejarán el trabajo medio hecho para que acabe la generación que viene detrás. Si es posible.

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