
En algo más de medio siglo, la capa de ozono se encuentra en vías de recuperación total, según señala Alberto Redondas, científico del observatorio atmosférico de Aemet en Izaña (Tenerife), con motivo del día Mundial del Ozono, que este año lleva como lema ‘De la ciencia a la acción global’.
Redondas explica en una entrevista a Efe que el cumplimiento de acuerdos internacionales ha sido crucial para evitar retrocesos en un problema que se concentra en el polo sur, sobre la Antártida, y en menor medida en el polo norte y que hace décadas parecía «inabordable».
El experto incide en que es necesario «seguir vigilando», porque las amenazas no cesan. Fenómenos como grandes erupciones volcánicas, incendios forestales masivos o incluso la entrada de basura espacial en la atmósfera pueden dañar este escudo invisible, que hace posible la vida, añade.
Además, dicha recuperación sufre variaciones de un año a otro. Por ejemplo, en 2023 el agujero sobre la Antártida fue uno de los más grandes registrados, mientras que en 2024 fue de los más pequeños, indicando una tendencia positiva hacia la recuperación de la capa de ozono. En 2025, el agujero está en valores cercanos a la media.
Un hito
Hace casi cuarenta años, las naciones adoptaron el Protocolo de Montreal para eliminar los clorofluorocarbonos (CFC's), gases que empezaron a usarse en los años 30 en refrigeradores y aerosoles como medicinas o sistemas de extinción de incendios y que al reaccionar en la estratosfera, con los tres átomos de oxígeno que constituyen la molécula de ozono, la destruyen creando el llamado ‘agujero de la capa de ozono’.
Para el científico, los tratados internacionales sobre el ozono son un hito en los acuerdos de protección del medio ambiente y ejemplifican el concepto de pasar de la ciencia a la acción global.
En este sentido, indica que «la señal de recuperación es clara, pero no se espera que la capa de ozono vuelva a los niveles previos hasta dentro de 50 años. Esto se debe a que las sustancias destructoras permanecen en la atmósfera durante décadas. Además, aún se detectan emisiones ilegales —como ocurrió en China entre 2013 y 2018— y hay compuestos no regulados que también afectan al ozono».
En relación a la importancia de la capa de ozono para la vida en la Tierra, explica que, «literalmente, estamos vivos gracias a ella. Situada a unos 25 kilómetros de altura, esta capa nos protege de la radiación ultravioleta del Sol, capaz de dañar el ADN. Sin esa barrera, la vida no habría podido salir del mar y colonizar la tierra firme. Es lo que ha permitido que los ecosistemas se desarrollen tal y como se conocen».
Por lo tanto, las consecuencias de su debilitamiento «serían muy graves. En los seres humanos aumentaría la incidencia de cáncer de piel, cataratas y se debilitaría el sistema inmunológico. En los ecosistemas, el impacto empezaría en el plancton y el fitoplancton —base de la cadena alimentaria marina— y se extendería a todos los organismos. Los anfibios y ciertas plantas son especialmente sensibles a la radiación ultravioleta».
Por estos motivos, la acción internacional fue crucial. «Gracias al Convenio de Viena y al Protocolo de Montreal se evitó un escenario en el que la radiación ultravioleta podría haber aumentado entre un 25% y un 100%», detalla Redondas.
Bidireccional
Sobre la influencia del cambio climático en la capa de ozono, señala que «la relación entre ambos es bidireccional». Por un lado, «el agujero de ozono ha alterado los patrones de lluvia, especialmente en el hemisferio sur: en regiones como Australia, la Patagonia o las zonas cercanas a la Antártida». Por otro lado, «el cambio climático también repercute en el ozono. El aumento de CO₂ en la atmósfera enfría la estratosfera, lo que ralentiza en cierta medida la destrucción del ozono».
Sin embargo, el científico matiza que «este mismo proceso modifica la circulación atmosférica que transporta el ozono desde los trópicos hacia latitudes más altas, lo que deja a las regiones tropicales más vulnerables. Se prevé, de hecho, un descenso en la cantidad de ozono en esas zonas, lo que podría tener consecuencias significativas para sus ecosistemas y poblaciones».
Ante estas circunstancias, apunta que, de cara a contribuir a su protección, «ahora lo más importante es frenar el cambio climático, porque se ha convertido en la principal amenaza indirecta para esta capa».
Pero ¿existe suficiente conciencia social sobre este tema? Redondas responde que «en los años 90, el agujero de ozono estaba en portadas y telediarios; hoy ya no. Sin embargo, se ha mantenido una gran labor de difusión sobre los efectos de la radiación ultravioleta. Existen campañas recurrentes, sobre todo en la prevención del cáncer de piel, que ayudan a mantener viva la conciencia social, aunque quizá ya no con la intensidad de entonces».

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