Últimas voluntades de una matriarca responsable

Aunque en Donostia el premio a la Mejor Actriz se lo llevó Paprika Steen, los honores bien podían haber sido compartidos por todo el reparto, máxime tratándose de una obra coral. El cine danés en lo que a calidad interpretativa se refiere ya se puede equiparar con el inglés, y la prueba es que a pesar de la desventaja idiomática, sus actores y actrices son solicitados internacionalmente. Lo mismo se puede decir de sus cineastas, porque Bille August ha rodado en medio mundo, y ya ha pasado por Hollywood. Si bien sus inicios tuvieron lugar bajo la influencia del maestro sueco Ingmar Bergman, para luego especializarse como adaptador de novelas de prestigio. Precisamente, para escapar de dicho encasillamiento reciente, con “Stille Hjerte” regresa al cine nórdico más intimista, y basándose en un guion cinematográfico de Christian Torpe.
Hay cineastas que para revitalizar su carrera deciden arriesgar, pero el veterano Bille August ha preferido volver a un terriotorio seguro, y que conoce como ningún otro. Ha hecho una película milimetrada, calculada hasta el último detalle, mediante una contención narrativa a prueba de bombas. Ni las situaciones de mayor calado dramático provocan un cataclismo, dentro de un tono siempre sereno y bajo control. Esa serenidad emana de la protagonista, una anciana matriarca que se enfrenta a la muerte con firme voluntad y sin histerismos, eligiendo la eutanasia como medio para no sufrir las dolorosas consecuencias degenerativas de la enfermedad terminal que padece.
Las dudas éticas no las tiene ella, ni su marido médico, sino las hijas y demás familiares que se han reunido para la despedida navideña. La madre lo deja todo bien atado, hasta en lo relativo a la continuidad sentimental del viudo, en una última enseñanza de vida para los suyos, que deberán aprender a superar un duelo anunciado.

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