Joachim Löw, impecablemente vestido con su camisa negra y ajustados pantalones, es un tipo de andar por casa. Joggy, como le apodan cariñosamente, ni siquiera utiliza un alemán culto, más bien popular, marcado por un acento regional de la región de Suabia, de donde es natural. Y como hombre corriente tiene tics mundanos. En el Mundial sudafricano fue ‘pillado’ paladeando el moco que poco antes había extraído; tras el Alemania-Portugal en el Mundial brasileño, saludarse en la misma nariz de cuatro años antes; y su último ‘pecado’ en el debut fue ante Ucrania el domingo, cuando se introdujo la mano en sus pantalones para aliviarse de alguna incomodidad y luego llevársela a... esa dichosa nariz. Su gesto se convirtió en viral en las redes sociales hasta el punto que su ariete Lukas Podolski, preguntado por la incómoda situación, desdramatizó con un «creo que el 80% de ustedes y yo a veces nos rascamos las bolas. Así que todo bien». Sí porque la Euro se celebra en Francia y no en Italia, donde en 2008 su Tribunal Supremo prohibió una costumbre tan italiana como tocarse los genitales para espantar la mala suerte. Un gesto que en su día también se reprochó a Ronaldo en un ‘clásico’, aunque los que le han tocado, pero las narices, han sido los nórdicos. «Islandia ha celebrado el empate como si hubiesen ganado la Champions. Eso es una mentalidad pequeña», se despachó, a loque el veterano Gudjohnsen replicó: «Es irónico para Cristiano decir que no hacemos nada, cuando él no hizo nada durante 120 minutos en la final de Champions en Milán». Zasca.