Ramón SOLA
IRUÑEA

Caos, cornadas y capoticos en casi seis minutos de pánico

Siete empitonados nada menos dejó el segundo encierro, el más grave un sudafricano de 73 años herido en el abdomen. Pero pudo ser peor, mucho peor. El cierre del portón de la curva de Estafeta evitó males mayores, y en Estafeta auténtico capotico de San Fermín fue la falta de fuerza de los Cebada Gago, que una y otra vez cayeron al suelo cuando ya se cantaba cornada.

La sorpresa fue menor, porque esta ganadería siempre ha dado guerra. Los Cebadas regresaban a Iruñea tras tres años de castigo y no quisieron pasar desapercibidos. La carrera fue un caos de principio a fin, con empitonados desde Santo Domingo a la Plaza de Toros, una res haciendo 300 metros en sentido contrario, choques entre morlacos, resbalones continuos... Solo un toro llegó al ruedo con los cabestros. Y la manada apenas aguantó compacta los cien primeros metros.

Los salchuchos comenzaron sin llegar siquiera al túnel de Santo Domingo, cuando uno de los toros pegó un derrote a la izquierda y enganchó a un veterano corredor. Iruindarra y de 58 años, fue alcanzado en la parte testicular y está menos grave, aunque cuidado con las infecciones en tan delicada parte.

Poco después, el «gordo» de la manada demarró y se fue solo, como una bala. Se llamaba Artillero y pesaba 645 kilos que quizás marquen el récord de esta feria, aunque nadie lo diría por la velocidad que tomó cuesta arriba. Pero a la altura del antiguo Unzu en Mercaderes se produciría el auténtico punto de inflexión, con una caída masiva de toros que quedaron ya rezagados hasta el final. Artillero también perdería pie al entrar en Estafeta, siendo arrollado por los cabestros. Así que todo quedó hecho cisco.

Con un único morlaco corriendo a ritmo continuo, tanto Artillero como su hermano Empleado, un cuatreño castaño de 560 kilos, se dedicaron a sembrar el pánico. Empleado regresó de Estafeta a Mercaderes y volteó allí a un corredor al que enganchó en el tórax y luego golpeó con la testuz. Afortunadamente, el burel salió del encontronazo mirando para adelante y retornó a Estafeta. Para entonces, sin embargo, Artillero venía en dirección contraria, así que hubo que cerrar el portón de Estafeta para que no llegara hasta Santo Domingo, como aquel Relojero de 1988. Un Cebada Gago también, ¿casualidad?

De ahí al final, más terror que sustos reales. Los morlacos se arrancaron sin fuerza y a menudo patinaron. Una de las pocas embestidas fue contra la pared derecha, y ahí emergió el héroe del día, un fornido mozo con apariencia extranjera que se llevó al toro agarrado por los cuernos cuando iba a empitonar a una moza.

La llegada a la Plaza fue un goteo agónico. Al final, casi seis minutos y siete corneados, los dos últimos desapercibidos en el primer momento.

Cornadas a tutiplén

El parte de heridos confirma la gravedad de lo que ocurrió, pero afortunadamente sin consecuencias irreparables. La peor cornada se la llevó en el abdomen un australiano de 73 años. Se le suman tres estadounidenses agujereados: uno de 46 años y vecino de Pensacola (Florida), con una herida por asta en la ingle derecha de carácter superficial; y otros dos compatriotas, ambos de 55 años, menos graves por puntazos.

El canadiense Paul Coebil, de 48 años, fue corneado en la Plaza de Toros e intervenido en su enfermería, con una cornada en la región perineal-pararrectal.

También menos grave está un joven de la India de 26 años, alcanzado en la región dorsal y en un muslo en la zona de Mercaderes. Y la lista se cierra con el mencionado vecino de Iruñea corneado en Santo Domingo.

El parte se completa con casi otra media docena de trasladados por traumatismos, el más considerable para una mujer estadounidense de 53 años.