Víctor ESQUIROL
CRÍTICA «El bebé jefazo»

Mi íntimo y pequeño enemigo

Nada altera tanto la vida de un chaval como la invasión de su círculo de confianza por parte de otro mocoso. Especialmente si este último es un bebé. Y más especialmente si con él se terminan los privilegios de ser hijo único. En esta misma situación se encuentra el pobre Tim, cuya idílica convivencia con sus progenitores se verá dramáticamente alterada por el nacimiento de su hermano pequeño, nueva boca que alimentar... y nuevo jefe al que contentar. Este es el punto de partida en la nueva vida familiar de cualquier nuevo hermano mayor, y lo es también en la nueva película de Tom McGrath.

El que fuera uno de los ideólogos de la saga “Madagascar” vuelve a juntar fuerzas con DreamWorks Animation para descubrirse, de nuevo, como uno de los talentos en la sombra más estimulantes que nos haya dado la animación estadounidense en los últimos años. Por desgracia, vuelve a mostrarse también como uno de los rehenes más ilustres de las exigencias actuales de este tipo de cine.

Pasado por la traductora: Pocos cineastas como él a la hora de encontrar soluciones visuales (que de esto va el séptimo arte) a los conceptos con los que trata... y a la vez, pocos directores que cedan tan fácilmente a la dictadura del chiste y la referencia fácil. En el caso que ahora nos concierne; McGrath entiende perfectamente que la gracia de la historia se basa, mayormente, en transmitir al espectador el fantasioso punto de vista su joven protagonista. A fe que lo logra, proponiendo un muy estimulante juego de formatos, tonos y estilos a través de los cuales confluyen con brillante y divertida nitidez los miedos por dejar de ser el jefazo del hogar. La lástima es que todo esto nos llega habiendo pasado antes por el –abusivo– peaje del gag sin mayor justificante que la risa efímera. Y ahí se queda el producto final: en lo simpático... cuando aspiraba, por lo menos, a lo genial.