La nueva reina del grito se llama Jessica Rothe, actriz que de la noche a la mañana se ha convertido en la cara visible de un sorprendente éxito de taquilla titulado en su versión original “Happy Death Day”, debido a la rentable astucia del productor Jason Blum en otra de sus cicateras inversiones que multiplican beneficios en la recaudación. Y lo más increíble, salvo porque el reparto está integrado por nombres poco conocidos, es que la película no tiene ninguna apariencia de barata o casposa.

Es una comedia negra que luce brillante y fresca en su típica faceta de ambientación estudiantil. En el apartado técnico no se le puede poner ninguna pega, y los defectos o lagunas posiblemente provengan del guion original de Scott Lobdell, aunque el realizador Chrisopher Landon, hijísimo del televisivo actor y productor cristiano Michael Landon, ha sabido darle un divertido giro que se toma a risa sus propias carencias con un descaro que hace que el producto final se gane las simpatías del público y de la crítica menos integrista.

El toque más reveladoramente autoparódico llega en el epílogo, cuando por voz del joven protagonista masculino se brinda la oportuna confesión sobre la obvia inspiración en el clásico “Atrapado en el tiempo” (1993). Y en uno de los tantos desternillantes diálogos de la película el chico aclara a su partenaire femenina que es aquella comedia fantástica sobre el día de la marmota que protagonizaba Bill Murray. A lo que la chica contesta: “¿Quién es Bill Murray?”, como si la cosa no fuera con ella.

El juego del despiste se me antoja esencial, puesto que a lo tonto tan plagiaria referencia es cruzada con otro clásico, esta vez del cine del terror, como lo es “Scream” (1996). De tal manera que las reflexiones genéricas que Wes Craven hiciera en su momento se extienden a un estudio subyacente sobre el carácter puramente repetitivo del asesinato serial dentro del subgénero denominado “slasher”.