Mikel INSAUSTI
CRÍTICA «Los archivos del Pentágono»

Con la libertad de expresión por bandera

En unas acertadas declaraciones Steven Spielberg venía a decir que aunque el periódico de papel desaparezca, lo que es necesario preservar ante todo es el periodismo independiente comprometido con la información veraz, sin que importe tanto si el soporte en el que se divulgue sea el digital u otro cualquiera.

Lo bueno es que a pesar de que la reflexión realista se imponga, “The Post” es una película que huele a tinta impresa y a sudorosos reporteros de raza. A nivel metafórico Spielberg siente el mismo amor por la profesión del informador que Billy Wiler expresó en su clásico “Primera plana” (1974), con las rotativas funcionando a toda máquina como motor impulsor de una redacción que vibra literalmente en sus suelos y paredes cuando la primera edición está a punto de salir. La imprenta es el corazón que bombea el riego sanguíneo de las cabezas pensantes y articulistas en busca de la noticia, y cuya plena dedicación la conocemos a través de unos diálogos dichos con urgencia a partir de la escritura de un conocedor de las entretelas del llamado quinto poder como Josh Singer, oscarizado junto a Tom McCarthy por el guion de “Spotlight” (2015).

Spielberg enarbola la bandera de la libertad de expresión, colocándola en manos de la mujer que se atrevió a desafiar en 1971 a Nixon y a sus intentos por restringir la primera enmienda. El reconocimiento a la figura histórica de Kay Graham se materializa en la primera y fructífera colaboración con la actriz Maryl Streep, que se mimetiza en esta pionera de las editoras de prensa escrita frente a consejos de dirección compuestos íntegramente por hombres, y que consiguió elevar al “Washington Post” a la esfera global más allá de su estatus local.

A sus 71 años Steven Spielberg exhibe un clasicismo a prueba de bombas, fruto de la continuidad que le permite su modus operandi basado en el equilibrio entre riesgo y comercialidad.