Raimundo Fitero
DE REOJO

MAYA

Es sorprendente que existan lugares inexplorados en las selvas más remotas donde se encuentran asentamientos y hasta megalópolis de otras culturas como ha sucedido en México, con una ciudad maya que se nos anuncia de tal manera: «Tiene los mismos edificios que Manhattan». Los arqueólogos nos indican que Angamuco tiene más de cuarenta mil estructuras individuales, en una extensión de veinticuatro kilómetros cuadrados. Este descubrimiento se anuncia cuando en México un terremoto de categoría siete ha vuelto a sembrar el pánico.

Los investigadores usan el sistema Lidar, una aplicación de láser que descubrió hace unas semanas en Guatemala otro asentamiento de mayor extensión y que pudo albergar a una población demográficamente importante. El sistema hace mapas en tres dimensiones desde el aire, lo que parece que debido a la situación donde se aposentan estos lugares ignotos, abre muchísimas posibilidades en la búsqueda de estos vestigios en localizaciones de difícil acceso, en formaciones geográficas llamadas malpaíses, que el diccionario identifica como: “Campo de lava reciente, con una superficie tortuosa, estéril y árida”.

Cientos de miles de pobladores, algunos opinan que pudieran ser millones en el de Guatemala, y quienes más han trabajado en el mexicano, descubierto en 2007, ahora mejor medido y estudiado, consideran que estuvieron con población hasta el año 1350. ¿Dónde se fueron sus habitantes, los tarascos, en esa fecha? Uno se pone a pensar en estos asuntos y se pierde en el fondo de las señas identitarias, de la relatividad de toda la Historia, de la evolución y la sociología que debería fundamentarse en la arqueología como base de estudio. ¿Y las lenguas? ¿Qué idioma hablaban esos seres capaces de hacer estas construcciones que requerían de conocimientos técnicos avanzados?