Ramón SOLA
IRUÑEA

De Mercaderes a Alaska a golpe de cabestro

Los saltarines Cebada Gago dieron un tercer encierro de lo más divertido, con mucho que ver y poco que lamentar. Pero fue un cabestro el que estuvo a punto de liarla parda, con un tremendo golpe a dos corredores antes de la curva de Estafeta, uno de los cuales quedó inconsciente. El joven, de 30 años, venía de Alaska y allá volverá vivo para contarlo.

Ligeros, vivos y astifinos, los Cebada Gago son leyenda en Iruñea por sus escabechinas. Acreditaban hasta ayer una media de 1,9 cornadas por carrera en 30 años ya de andanzas, los que más. Algunas mañanas memorables pegaron hasta seis y siete pitonazos. Y ayer también pudieron ser varios, más por derrotes que por otra cosa, en una carrera cargada de sustos. Sin embargo, el más gordo lo dio uno de esos cabestros mastodónticos tras los cuales costaba ver a estos toros más pequeños de lo habitual en Iruñea.

Fue en la parte final de Mercaderes y pudo acabar pero que muy mal. Un pequeño tumulto de mozos dejó a dos de ellos, uno con camiseta blanca y otro roja, de cara a la torada. El manso que cerraba grupo por la derecha se los topó de frente y les pegó un cabezazo de los que hacen ruido. Los dos cayeron desplomados, peor el de rojo, que quedó inerte y con un toro tendido justo al lado, como si estuvieran de playa.

El topetazo fue terrible, pero cuando a las 8.10 las cámaras de televisión enfocaron al mozo, ya en camilla, con un collarín y el suero puesto camino del Hospital, se vio que había recuperado la consciencia. Poco después se supo que es un joven de 30 años, estadounidense de Alaska. Y más tarde, que aunque los servicios sanitarios recomendaban dejarlo en observación, pidió el alta voluntariamente y se fue.

Otro trasladado desde el mismo tramo es un varón mayor de 25 años con un traumatismo craneal también en Mercaderes. Se les unió una mujer evacuada desde Telefónica con fractura de brazo, un varón desde el mismo tramo con contusión maxilofacial, y un chaval de Iruñea de 19 años desde Estafeta con un traumatismo menos grave.

Cebada sin cornada

Cebada es sinónimo de cornada en Iruñea. Aunque no la hubo ayer, los pitones rozaron carne muchas veces desde la curva de Estafeta al final. En ese punto un toro barrió la acera izquierda, donde un puñado de mozos se salvó de la herida, algunos por centímetros y otros por milímetros.

Con la manada muy estirada y a alta velocidad, los pequeños montones humanos se sucedieron, igual que las espectaculares carreras. Había ganas, y esta vez también sitio. Llegando a Telefónica, dos Cebada tropezaron con otro grupo de bípedos al llegar a esa curva cada vez más inquietante. Se incorporaron de medio lado y amagaron con volverse atrás, pero luego siguieron camino. El gris repitió jugada a dos metros del callejón: giró sobre sí mismo 360 grados, pero un corredor lo enderezó a punta de periódico.

Al final, 2 minutos y 33 segundos que hacen que los tres primeros días nunca se hayan superado los tres minutos. Parte de «culpa» la tienen esos cabestros tan entrenados específicamente para la carrera, aunque eso tenga su contrapunto de riesgo: un golpe de manso a esa velocidad te puede mandar volando a Alaska.