Pablo CABEZA
BILB0

Alt-J y Florence + the Machine robaron el sueño a la noche

La tarde del jueves fue entretenida, con propuestas de calidad y alguna ligereza, la noche resultó infranqueable con las actuaciones de Alt-J y Florence + the Machine, dos apuestas de diferente color, pero de similar intensidad emocional. Alt-J con su hipnótico sonido dejaba al oyente en el cosmos y Florence con su voz, actitud y repertorio, deslumbraba.

De camino a no sé dónde, que muchas veces en un festival de estas proporciones no se calibran bien las decisiones: uno puede ir, pero no saber si va o viene (matiz, creemos que se dice si viene o va aunque el orden de los factores no altere el estado de ánimo) o ni siquiera que lo que se hace es lo que quiere o debe hacerse: ver a un grupo frente a otro a la misma hora, quedarse en un banco a la sombra viendo pasar a la sociedad en casi todos sus múltiplos o preguntarse desde lo más profundo de la filosofía estoica si no se ha subido a Kobetamendi demasiado pronto y con notable excesos de bienes; por ejemplo, el vaso de la cerveza, que cuesta 2,50 euros. No quiero ni preguntarme lo que me costaría la cerveza (cosas del pago electrónico, te leen las venas, y te quitan xxx de tu cuenta), un paraguas pequeño por si le da por caer una “thormenta” (Thor dios del trueno y la fuerza, justo la que ya nos falta y solo ha trascurrido el primer día de tres) y una manzana royal pequeñita recién llevadas a tienda e im-procedente de Chile. Tanta distancia termina en que a la fruta le dan de todo, menos comida sana. Total – tenía que haber una conclusión– que a las 23.00 nos fuimos a ver a Bad Gyal. Bad pertenece a una generación de nuevas cantantes que lo petan en ciertos sectores y, por eso de estar al Día (ella tiene una canción que se titula “Mercadona”) anteanoche nos vimos sus primeras canciones en onda trap y perreo, aunque quienes más perrearon fueron dos coreógrafas que llevaba. Lo demás fue cosa del autotune, ese invento que modula la voz como si se llevara un buen pedo y dando el cante o sin darlo porque la barcelonesa no canta ni por las mañanas. No, este no puede ser uno de los nuevos rumbos de la música. Cierto, habría más de quinientas personas viéndole y más de cien siguiendo sus letras. A ella se le veía feliz, dominando el escenario; es decir, paseo de un lado al otro sin cesar y... y qué. Pues que no pasó nada. Que el mundo está muy mal y algunos senderos de la música los ha dibujado el diablo. Como lo leen, el “mismísimo” diablo. Pero la cuestión –tenía que haber otro porón pon pero–, es que a cincuenta metros en línea recta y cuatrocientos por la vida real, vaya faena orográfica, tocaban Alt-J y perderse media hora de los británicos por pulsar el latido de la calle, nos lleva los infiernos. La catalana Bad Gyal, o sea Alba Farelo, se quedó en un fenómeno YouTube de escaso valor; bueno, valor sí que tiene, que salir al escenario con ese repertorio y fondo debe intimidar.

Alt-J estuvieron en el BBK Live en 2013. Eran quintos en el cartel de ese día. Dos años más tarde repiten, ya como segundo o en línea con los poderosos, y en 2018 han compartido, o acaso, bicefalia con Florence + the Machine. El trío de Leeds demostró una vez más, y ante miles y “mieles” de seguidores, que su mezcla de folk, mantra, gregoriano, pop, art-rock, indietronic... es maravilloso, sublime. Los tíos ni se menean. Permanecen en sus puestos ocurra lo que ocurra en la canción. Y meritorio: no aburren y cuentan con miles de seguidores que cantan sus no evidentes canciones. Hay vida, o respiramos.

Tres son muchas visitas, pero, de alguna forma, BBK Live apostó fuerte por ellos cuando aún estaban situándose. Ahora son grandes y no se traicionan. Les sobra inspiración y suman un tono espacial escénico que parece que en cualquier momento se va a producir una abducción, en especial en esos instantes de luces blancas verticales sobre cada uno de ellos. Rendición, no quedaba otra ante tanta belleza, armonía y mayestaticidad.

Por detrás se nos quedaba Childish Gambino, entre otros. A este le hemos investigado con técnicas del CSI: consulta en Wikipedia. Resulta que se llama Donald McKinley Glover y nació en la base de la Fuerza Aérea Edwards, en California. Quizá un hecho que le marcó para toda la vida, pues prohibió que se le sacaran fotos. Es actor, músico, cómico, guionista y de éxito en casi todo. Pero su propuesta nos convence más en disco que en directo. Posee una excelente voz y plantea una trama musical traviesa y punto peculiar, como en sus vídeos, pero el escenario principal se le quedó un poco grande. Lo suyo, soul, funk, rap... y potaje propio.

Y de final de la noche, para nuestro cuerpo, que las actuaciones seguían, Florence + the Machine. Vaya, Florence Leontine Mary Welch, la Floren, una cantante que posee una voz descomunal. Salió vestida de largo y blanco. Y fue una diosa griega sobre el escenario. Lo llenó, lo vació y lo vomitó. Cantó como quiso y con teatralidad. Afectada, porque puede y porque vive sus canciones con la tragedia de su deambulante vida entre desamores, drogas, alcohol y contratiempos aleatorios. Se arropa con una soberbia banda, con peso en las percusiones y detalles para teclados, sintetizadores, guitarras, violín... Épica, convulsiva, audaz, así se presentó la creadora de “High as hope”, muy biográfico, duro y poético. Sublime.

Nubarrones

La tarde de ayer comenzó con sol al pimiento picante y gotas como céntimos entrando la noche. Pet Fennec hicieron el viaje para un ensayo en escenario grande, un puñado viéndoles. Muy intenso Urko Eizmendi, voz poderosa y sobria banda. La bilbaina Hakimi Flissi necesita banda. Excelente voz que se pierde en el espacio y torna monótona, necesita revisión. Porches fue la típica banda que suena a pop comercial indie impoluta y sosa. King Gizzard plantea más malicia musical y había propuesta. Borrokan, absorbentes con su impecable free-rock. Sorpresa de la tarde.