Koldo LANDALUZE
CRÍTICA «Welcome to Marwen»

Demonios diminutos en el jardín

Hace nueve años, Jeff Malmberg sorprendió en el circuito de festivales internacionales de cine independiente con su documental “Marwencol”. En él exponía el muy singular universo de Mark Hogencamp, un joven belga que quedó en un grave estado de coma cerebral tras ser atacado brutalmente por un grupo de desconocidos que no vieron con  buenos ojos su afición por el travestismo. Marcado sicológica y fisicamente, Hogencamp se enclaustró en su hogar e inició una especie de programa de autoayuda que se concretaba en una maqueta que recreaba una pequeña aldea durante la Segunda Guerra Mundial. Dicho lugar, bautizado Marwencol, estaba habitado por muñecos GI Joe’s y muñecas Barbies inspirados en las personas que le rodeaban.

De esta manera, en Marwencol cobraron vida imaginaria cada uno de los episodios vividos por un Hogencamp que capta dichas secuencias mediante una cámara de fotos. Aquella personal terapia domestica, saludada con posterioridad como una pieza de carácter artísitico, cobra forma ahora en un largometraje filmado por Robert Zemeckis, un autor que siempre se ha mostrado más seguro y convincente como arquitecto de imágenes que como narrador dramático. Tras lo que expuso en su día Malmberg poco o nada novedoso encontramos en este curioso proyecto que destaca más por su aspecto técnico que por su diseño de personajes y discurso. A pesar del más que notable trabajo interpretativo de Steve Carell, todo en “Bienvenidos a Marwen” se intuye en un intento por parte de Zemeckis de lograr el éxito que cosechó con “Forrest Gump”. En su conjunto, el filme adolece de una mayor fuerte carga de profundidad en la ya de por sí discutible opción del protagonista a la hora de crear un mundo que tras su en apariencia inocente fachada, asoma cierta sordidez.