Raimundo Fitero
DE REOJO

Saeteros

La lluvia ayuda a la ciudadanía laica y atrapada en esa bendita normalidad de no estar en procesiones urbanas ni interurbanas a ahorrarse algunas imágenes del balconing saetero fascistoide. Aznar ya ha dado su aportación tasada admirando con fruición la procesión de la Virgen del Fajín de Franco que tiene el nombre técnico de El Baratillo, desde uno de esos balcones tóxicos acompañado por un expresidente de Castilla-La Mancha y un ex ministro del Interior, Barreda y Zoido respectivamente, para abreviar.  El fajín, el rebujito y las saetas apócrifas unen tanto como los sobres con sobresueldo. O más. Morir y resucitar. Una labor cíclica, un cansancio, una rutina. Ha muerto sin saetero que le cante con noventa y un años, un inmortal, Manuel Alcántara, un columnista de los que crean afición y despiertan vocaciones. Escribía muy bien, su poesía tenía vuelo, sus columnas en prensa de derechas tenían esa calidad que ayudan a comprender al resto de los mortales, más allá de las contingencias de lo partidista, de las consignas. Quizás su travesía desde el falangismo al liberalismo fue un acopio de conocimiento. Leerlo era descubrir la belleza del adjetivo, ese que, si no suma, resta. Las mañanas serán a partir de ahora menos apetecibles de afrontarlas. Necesita explicaciones de primer rango un hecho no calificado todavía con la suficiente perspectiva. El supuesto suicidio descerrajándose la cabeza de un disparo del expresidente del Perú Alan García, tiene enjundia saetera. El relato del acontecimiento esta recargado de dudas razonables, ya que iba a ser detenido para declarar por su implicación en la corrupción del caso Odebrecht, ese agente exterminador de democracia en Iberoamérica de origen brasileño, por lo que, por si acaso, calladito, muerto, es seguro que no implica a nadie más.