La literatura y el cine sobre Vidocq están insertados a fuego en la cultura francófona, por lo que existen las más variadas versiones ficcionales sobre este personaje histórico (1775-1857) desde la etapa muda con el realizador pionero Gerard Burgeois. Su rastro también se halla en los libros de Balzac, Victor-Hugo, Dumas e incluso Edgar Allan Poe. Un crisol que hace muy difícil a estas alturas definir una figura que ha tenido tantas caras e identidades diferentes pero, para dar con un perfil concreto, el artesano de género Jean-François Richet se ha inspirado en el serial televisivo de 13 episodios de casi una hora de duración “Les nouvelles aventures de Vidocq” (1971-1973), que a su vez estaba basado en las memorias del propio Eugène-François Vidocq. Su protagonista fue Claude Brasseur, que le dio un aire burlón.

Tengo la impresión de que Vincent Cassel, después de que Gérard Depardieu no convenciera en la película de Pitof “Vidocq” (2001), es su definitiva y más aventurera encarnación. El sesgo realista que imprime a la caracterización va en consonancia con una gran producción de época que ha costado más de 22 millones de euros, y que recrea el París napoleónico de 1805 con una fidelidad asombrosa por el detalle, hasta el punto de que se puede ver el Arco del Triunfo todavía inacabado. Y aunque lo que queda en primer plano es la acción de corte épico, Cassel refleja muy bien la ambivalencia de un falso héroe que se mueve por la fina línea que separa la ley de la delincuencia como un consumado equilibrista.

El reparto de secundarios y secundarias es extraordinario, reuniendo una tipología que va de las clases populares a los ambientes palaciegos, pero con la mayoría participando en el doble juego del protagonista. La intriga política está muy presente, con Fabrice Luchini haciendo del influyente Fouché, en unos tiempos en los que aún había condenados a galeras y la guillotina cortaba cabezas.