Alvaro Reizabal
Abogado
JOPUNTUA

Dieciocho años de confinamiento

Ahora que por esas cosas del destino llevamos cerca de dos semanas confinados, todos somos especialmente sensibles a lo relacionado con la cuarentena. Que si nos aburrimos, que vaya coñazo, hasta cuando durará esto con la mala pinta que esta tomando la situación, y eso que estamos en casita, en compañía de los nuestros con el frigorífico dispuesto a nuestra visita en cualquier momento y con todo tipo de medios de comunicación a nuestra a disposición, desde el periódico a la TV pasando por el móvil, el Whatsapp, las redes sociales e incluso con la posibilidad, aunque limitada, de poder salir para algunas necesidades como la compra de alimentos o de medicinas. Y a pesar de todo, y aun reconociendo que es necesario, no vemos el momento de que esto acabe y podamos salir a la calle, al monte o la playa y alternar con nuestros colegas. Hasta a trabajar iríamos a gusto si para callejear sirviera.

Y cuando estamos en esta tesitura leo en GARA la noticia de la salida de la cárcel de Córdoba de un joven vasco –otro más– que deja atrás los muros del penal tras cumplir la condena en su integridad, «a pulso» que se dice en el argot taleguero, y toda ella en primer grado, el más duro que existe, que supone un aislamiento prácticamente total sin más salida de la celda que para la higiene personal o para un limitado paseo por un patio sucio de ínfimas dimensiones y, normalmente, en horas en las que no están el resto de presos. Y así, día tras día, durante dieciocho años o más, que otros has superado ya con creces la veintena y siguen presos. Para más inri, al salir tienen que oír a los que dicen que «solo» han cumplido dieciocho o veinte o veinticinco años.

Y necesariamente tiene uno que preguntarse qué sentido tiene mantener esa política penitenciaria. Todos los argumentos que en su día utilizaron los que la implantaron para justificar la dispersión y el aislamiento han desaparecido, por lo que no se acierta a comprender la persistencia de este sistema de tortura blanca, más allá del puro afán de venganza.