CUARENTA AñOS SIN «NAPARRA» QUIEREN PROYECTARSE EN CINE
El documental sobre la búsqueda interminable de los familiares de «Naparra» debía estar ultimándose. En junio se cumplen 40 años de la desaparición. La película despertó interés a nivel internacional, pero el coronavirus trastocó el plan y dificulta el proyecto.

La muerte de Joxe Miguel Etxeberria fue de las más crueles. Lo mató el Batallón Vasco Español. Pero no hay cuerpo y, sin cuerpo, todo duele distinto. La de «Naparra» no fue una muerte, sino una desaparición forzosa, algo que lo cambia todo. Esta diferencia es la que trata de reflejar “Historia de un volante”, el documental en el que trabajan Iban Toledo e Iñaki Alforja y cuyo destino serán las salas de cine.
Los homicidios o los asesinatos prescriben. Lo que le sucedió a Naparra, no. La familia del militante vasco de los Comandos Autónomos logró que la ONU calificara lo sucedido como un crimen de «lesa humanidad» en 2014. Un caso así es imprescriptible, porque adquiere una crueldad añadida que no la sufre el desaparecido, sino que golpea a la familia en forma de ausencia. Ahí está la lesa humanidad. El curioso título de la película documental –esa “Historia de un volante”– viene de ahí, de cómo se acaba gestionando la falta de un hijo, de un hermano o de un tío al que no se conoció.
La pista de Joxe Miguel Etxeberria se pierde en el año 1980 en un coche frente a la comisaría de Ziburu. Hasta aquel lugar se desplazó, en un primer momento, el padre del desaparecido. Los gendarmes le preguntaron qué hacer con ese simca. Y a él, a Patxiku, se le ocurrió desmontar el volante, ya que había prometido a Celes, la madre, que no iba a volver a casa con las manos vacías. Desde aquel día, la familia sigue conservando ese viejo volante.
«Lo que busca la película es transmitir ese vacío, esa ausencia. Y el desgaste de 40 años. Por eso rompemos los planos, arrinconamos personajes para que se note siempre que falta alguien», comenta Iban Toledo, codirector, junto con Iñaki Alforja, de este proyecto.
La película, además, supone viajar esos años turbios tan cargados de ideales clandestinos. «Fueron tiempos convulsos, donde las fronteras se desdibujan y los refugiados convivían en Iparralde», prosigue Alforja. El documentalista avanza testimonios de personas que llevaban cuatro décadas calladas.
Más de dos años de trabajo
El proceso creativo arrancó hace un par de años, al calor de la reapertura de la investigación y el operativo en busca del cadáver de 2017. La ONU, con su declaración de que lo sucedido era imprescriptible, forzó a la Audiencia Nacional a reactivar el caso. A su vez, el guardia civil Ramón Arnau de la Nuez –que participó en la guerra sucia– apuntaba dos posibles localizaciones para el cuerpo en Las Landas. Las excavadoras buscaron en uno de estos lugares, una arboleda del municipio de Brocas. No hubo éxito.
Alforja y Toledo comenzaron a recabar material sin un guión claro, como ellos mismos reconocen. Pero el proyecto fue creciendo y la complicidad con la familia fluyó, permitiéndoles grabar su intimidad. Durante las grabaciones sobrevino la muerte de Celes. Junto a Eneko, el hermano, las cámaras de los documentalistas viajaron también a la ONU, donde participó como invitado en un encuentro sobre desapariciones forzosas.
Los autores calculan que han grabado un tercio del metraje que necesitan. Las primeras pruebas, el teaser, ya se puede ver, pues lo han lanzado dentro de la campaña de recogida de fondos a través de Verkami, con la que buscan mantener vivo el proyecto. Y es que, como todo, también la película sobre Naparra ha sentido la crisis del coronavirus.
La previsión original era que el proyecto hubiera estado listo para el Zinemaldi de este año. Ahora, el objetivo es tenerlo listo a lo largo sin que pase el aniversario, y así poder estar en la próxima edición.
Antes de que llegara la epidemia, el proyecto había conseguido sumar a una productora de gala tras despertar mucho interés en el Mercado Cinematográfico de La Rochelle y estaba en trámites para sumar a una televisión irlandesa. Además, tenía buenas perspectivas de subvenciones. Pero ese dinero se cobra a trabajo terminado, por lo que ahora pasan apuros debido al retraso. De ahí que la película haya activado una plataforma con la que buscan pequeños mecenas para adelantar pagos.
Los autores y la productora Lucía Ezker confían en cerrar el proyecto este mismo año y solo contemplan alargarlo en caso de que se ponga fecha a la excavación esa segundo lugar que señaló el guardia civil corrupto. Porque la película no podría tener mejor final que el de que Naparra apareciera. Aunque ese final seguiría sin borrar esa ausencia de 40 años que quieren retratar.

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