Mikel INSAUSTI
CRÍTICA «Vicky el vikingo y la espada mágica»

La codicia del oro enloquece a la aldea de Flake

Se entiende que cuando una serie de televisión animada dura tanto tiempo, captando la atención de sucesivas generaciones infantiles, es porque posee algo que la hace atemporal. Conocimos los cuentos del autor sueco Runer Jonsson gracias a la primera adaptación de “Vickie el vikingo” (1972-1974), una coproducción entre la compañía japonesa Nippon Animation y la alemana ZDF. La ingenuidad y el encanto primigenio de esos dibujos han permanecido, sin que la versión en imagen real realizada por Michael Herbig, “Vicky el vikingo” (2009), inaugurara una franquicia lo suficientemente lograda como para desbancar del recuerdo a la teleserie original. Han habido posteriores reediciones, coproducciones internacionales para la pequeña pantalla como la reciente “Vicky el vikingo” (2013), en la que ya participó como realizador Éric Cazes, al que ahora reencontramos al frente del largometraje “Vicky el vikingo y la espada mágica” (2019), siempre con el estudio 100 Animation detrás.

En la nueva aventura no falta ningún personaje, está Vic, está su amiguita Ylvie, su madre Ylva, su padre Halvar, los divertidos Tjure y Snorre, Ulme con su lira, el fondón Faxe, Gorm con su característico grito de “estoy entusiasma-do”, y hasta su gran enemigo Sven, el terrible. Todos en la aldea de Flake se vuelven locos por culpa de la captura de la espada de Loki, considerada la espada del mismísimo Odín, ya que tiene el poder de convertir en oro todo lo que toca, y así la pobre Ylva se trasnformará en una estatua dorada.

Menos mal que Vic sigue siendo el más inteligente de su tribu y encontrará una nueva solución al problema a través de una odisea que les llevará hasta la Montaña de Fuego, situada mucho más allá del fin del mundo, y a donde ningún dakar ha llegado. El arma será arrojada a las llamas y destruida, y con ella la maldición de la codicia, para que el jefe Halvar por fin se sienta orgulloso de su hijo.