Un Espartaco en formato npc

Visto lo mal que salen las adaptaciones cinematográficas inspiradas en videojuegos, tal vez la solución era llevar a cabo un proyecto en el que un videojuego y su personal imaginario de criaturas se convirtieran en protagonistas de la función. “Free Guy” rezuma una calculada inocencia en su envoltorio dramático, una elección consciente y que tiene en la entregada interpretación de Ryan Reynolds una de sus bazas principales. Siendo una especie de fusión entre “Ready Player One” de Steven Spielberg y “El show de Truman” de Peter Weir, la película dirigida por Shawn Levy tiene la suficiente entidad propia como para reivindicarse como un entretenimiento veraniego que aporta, además, un puñado de mensajes interesantes. Reconvertido en una especie de Espartaco virtual, el anónimo e insignificante npc encarnado por Reynolds subvierte las normas preestablecidas de la ciudad que habita cuando, un buen día, decide saltarse el protocolo que dicta su anodina y repetitiva rutina cotidiana. Despertarse, saludar a su pez de colores, pasear por la calle mientras a su alrededor detonan todo tipo de explosivos y se suceden carreras frenéticas y acceder a su puesto de cajero en un banco que siempre, y puntualmente, es asaltado, conforman la mecánica de una conducta diseñada por una empresa de videojuegos que nunca calibró las posibilidades de evolución de una inteligencia artificial revolucionaria. La apabullante puesta en escena, que recrea con acierto los estímulos y adrenalina de los jugadores cada que colocan a sus avatares en escenas de tiroteos y carreras automovilísticas, permite a muchos espectadores ubicarse en un entorno muy reconocible para ellos, lo que permite que el relato pueda fluir con facilidad mediante unos códigos universales establecidos previamente en el mundo de los videojuegos.

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