Muy adicto
Para rehabilitarse de alguna adicción, lo primero es reconocer que se tiene ese problema. Pues yo, públicamente y sin que nadie me obligue, me declaro muy adicto a las noticias negativas. Los ingleses que tienen tiempo en los pubs para casi todo lo llaman «doomscrolling». Ahí me tienen a mí, el primero en escuchar por radio, de leer por prensa digital, de recibir por redes sociales toda la basura informativa negativa necesaria para sentirme un ciudadano perfectamente desinformado. Un ser descorazonado que empieza el día maldiciendo a los dioses y a la propia mala sombra que uno proyecta.
Por eso busco y rebusco en la prensa deportiva, en los programas televisivos de desafuero racional por si acaso encuentro una vía de desengancharme de esta necesidad de andar metido en la oscuridad, y solamente encuentro de vez en cuando al comisario Villarejo que con su voz rotunda me saca del vicio. La manera con la que nos recuerda su trato amistoso con lo peor de la escuela basura de la política española me hace sentirme un ser vivo que lucha por encontrar su sitio, pero cuando nos enseña que posiblemente en el atentado de Barcelona de ese 17A que nadie conmemora, ni recuerda, pudo ser que se le fuera de la mano al CNI, que querían «darle un susto a los catalanes», me reafirmo en que esta noticia no es buena ni mala, sino que forma parte de los purines policiales de la macro granja del ministerio de Interior.
Para confirmar mi adicción, tengo sensaciones de ingravidez al enterarme de la sustitución, que algunos consideran purga, de la cúpula de los Mossos, con Trapero a la cabeza, que fue un personaje heroico justamente en los días del atentado de autoría sospechosa que dejó un reguero de muerte en las Ramblas de Barcelona y una creciente desconfianza en la ciudadanía catalana.

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