De ser un doble en escenas de acción de actores como Brad Pitt, David Leitch ha pasado a ser todo un referentes del cine de acción, un cineasta que aglutina en su filmografía la impactante saga “Deadpool” y, a mi entender, la que es hasta el momento su mejor obra, “Atomic Blonde”, en la que Charlize Theron protagonizó en unas escaleras una de las grandes coreografías de acción del cine moderno. A ello cabría sumar su participación en el arranque de la saga “John Wick” junto a Chad Stahelski. En esta oportunidad, Leitch ha colocado ante su cámara al actor que le hizo ganarse magulladuras, un Brad Pitt que -en su vena más juguetona- acapara todo el protagonismo mediante una caracterización desenfadada, zen y repleta de requiebros existenciales.

En su esencia, “Bullet Train” es como el propio tren en el que se desarrolla la historia, un frenético carrusel que tan solo descarrilla cuando quienes lo imaginaron así lo que consideran oportuno. Todo funciona mediante un cálculo infalible, muy medido, que permite al espectador ser partícipe de una trama abracadabrante y animada por personajes suculentos. Son claras la referencias al cine de Guy Ritchie y Quentin Tarantino, el cineasta jamás lo oculta, pero su verdadero valor radica en que su desenfadada caricatura se acopla a la perfección a un diseño de coreografías impresionante en el que cada uno de los rincones del tren son aprovechados al máximo y a pesar de su reducido espacio. A ello contribuye un divertido desfile de cameos y, sobre todo, la magnífica utilización que el personaje de Pitt hace de conceptos como buena y mala suerte, como si estos fueses una lectura de la filosofía oriental descrita por libros de saldo sobre autoayuda. Son estas, en definitiva, las situaciones que provocan los mejores gags.