Raimundo FITERO
DE REOJO

Cromos de generales

En la guerra entre Rusia y la OTAN van a acabar haciéndose daño entre ellos y nos saltarán esquirlas al resto de la humanidad. Digamos que estamos en la fase baja intensidad informativa cotidiana, pero la propaganda se mantiene en la escala de incredulidad sometida a los vaivenes de la cotización de las fábricas de armamento y los distribuidores de alimentos básicos de manera global. Cuando ya han incorporado a la posverdad auténtica que en Ucrania se cosechaba cantidades ingentes de cereales y girasol, nos hacen convivir con una extraña sensación de que los generales son de usar y tirar. ¿Cuántos generales han sido depuestos, cambiados de destino u oscurecidos dentro y fuera de su lugar de destino? Tampoco sabemos cuántos de ellos han fallecido y han sido enterrados en panteones estatales con honores. Y esto sirve para ambos lados.

Los generales parece, en ciertos lugares de la propaganda televisiva, que deben ser caballeros con barrigas prominentes y pechos capaces de sostener decenas de medallas. Las guerras fueron históricamente el campo de experimentación para la traumatología, las pandemias y la dietas nutricionistas, la semilla de la maldad con frutos patrióticos. En todas las localizaciones terráqueas, en todos los regímenes, existe esa casta loada y con mucha literatura a sus hazañas bélicas que acaban configurando un mundo donde las banderas se mueven al ritmo de himnos que suenan como una balacera. Cambiar cromos de generales es un simple acto de poder militar, no un signo ilusionista de la capacidad civil para mandar sobre los ejércitos.