Cartas marcadas

En los últimos tiempos, el género del terror ha exprimido el tema de los objetos malditos, una tendencia que ha sido especialmente evidente en la saga “The Conjuring”.
Esta franquicia ha convertido los artefactos embrujados que se almacenan en el macabro museo de la familia Warren en elementos centrales de su narrativa, dedicando incluso una película completa a explorar la historia y los horrores que rodean cada uno de ellos. Esta misma exploración folclórica se traslada a “Tarot”, donde el guion sitúa el epicentro del mal en un juego de cartas siniestras, convirtiendo cada lectura de ellas en un mapa de muertes, a cada cual más sangrientas y brutales.
Tomando como referencia el libro “Horrorscope” (1992) de Nicholas Adams, la trama sigue a Paxton (interpretado por Jacob Batalon, conocido por su papel en la trilogía Spider-Man de Marvel), un bromista en un grupo de universitarios que decide pasar unas vacaciones en una casa vacía y misteriosa para celebrar un cumpleaños.
Los directores Spenser Cohen y Anna Halberg, quienes también escriben el guion, optan por una atmósfera cargada de tomas cerradas y espacios tenebrosos, aunque evitan caer en los clichés típicos del género.
Lo más relevante de “Tarot” es su esfuerzo por ofrecer un relato original dentro de un marco predecible por naturaleza. Desde el momento en que los personajes encuentran el juego de tarot en una habitación cerrada, el destino parece estar sellado.
Sin embargo, lo que comienza como una broma entre risas y cinismo pronto se transforma en una serie de horrores encadenados, desatando un juego mortal entre lo sobrenatural y las víctimas, en un intrigante y escalofriante juego del gato y el ratón en el que los jugadores se convierten en presas.

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