Raimundo FITERO
DE REOJO

Al filo de la estadística

Quizás en algún territorio secular exista la posibilidad de que los ciudadanos se apunten a una lista Robinson, pero exclusivamente para no conocer más estadísticas. O al menos descansar durante unos meses o años de esa maldición. De todo tipo. Las demoscópicas son tóxicas, pero los porcentajes de beneficios de las entidades bancarias son peor que un tsunami. Eso de que han crecido un trece por ciento más que en el mismo periodo de tiempo del año pasado que ya había crecido otro tanto por ciento similar con respecto al anterior y así hasta entender los impulsos necesarios para crear una pequeña revolución necesaria: desbancarizar nuestras vidas.

Recibir, quieras o no, estadísticas de toda índole por todos los medios de comunicación nos causa estados ansiosos. A mí no me importa nada el crecimiento del bono búlgaro, ni el porcentaje de uso de la pastilla del día después. Y las estadísticas de los casos resueltos favorablemente a los demandantes en los conflictos de consumo, caigo inmediatamente en la exaltación de la amistad por correo certificado. Y las que se refieren a asuntos médicos, sociológicos o sociales, pediría prudencia a quienes los virtualizan y precaución a quienes los divulgan con comentarios circulares. Alguien asegura que los adolescentes con depresión han crecido un mil doscientos por cien en los últimos veinte años. ¿En qué se basa esta rotunda estadística? ¿En las ventas de antidepresivos de alguna marca, en la suma de los diagnósticos públicos y privados, en apreciaciones aproximativas o en ganas de crear pánico que conduzca a la depresión?