Alberto Pradilla
Periodista
TXOKOTIK

«¡Abajo el régimen!»

Lo llaman democracia y es Ferraz». Eso es lo que debió de pensar Roberto Jiménez cuando, tras un viaje relámpago a la guarida de su amo, constató que el PSOE en Nafarroa sigue siendo Rubalcaba y que Navarra, como siempre, será lo que los tertulianos madrileños quieran que sea. Con la pantomima de la semana pasada, lo que el antiguamente conocido como alternativa de Gobierno en Iruñea y reducido ahora a la condición de bisagra derecha ha demostrado es que el cambio en Nafarroa deberá de ir más allá del maquillaje. Que no basta con modificar el Gobierno, sino que es necesario acabar con el actual régimen. Que hay que poner fin a toda esta estructura basada en el fraude, la exclusión de una parte relevante de la ciudadanía, la corrupción y la falta de democracia. Y que para construir esa alternativa no se puede tomar en consideración a quien ha sido capaz de jugar con las esperanzas de los navarros durante dos semanas en las que mantuvieron la ficción sabiendo que nunca darían un paso.

Porque lo tenían claro. Nadie lo decía en público, pero, desde luego, era un rumor «por lo bajini» por lo menos desde una semana antes del anuncio: Ferraz ya había decidido convertir el «agostazo» en «marzazo» y volver a entregar por enésima vez el Ejecutivo a una inoperante Barcina que ha llevado a Nafarroa al colapso. Las explicaciones vía nota de prensa, todas ellas con nocturnidad y alevosía, son simplemente la constatación de que el PSOE cree que la ciudadanía navarra tiene severas dificultades cognitivas o que es menor, muy menor de edad, y necesita de su tutela. Si no, que alguien me explique a qué viene ese escrito en el que, con tono solemne, el escriba de Rubalcaba rechazaba echar a la presidenta tras haber «costatado» que eran necesarios los votos de Bildu para sacar adelante la moción de censura. ¿Cómo que «constatado»? ¿En serio? ¿Una semana de reuniones para llegar a una conclusión que se alcanzaba restando 26 a 50?

Actualmente, en Nafarroa solo puede haber dos bloques: el de los demócratas, aquellos que abogamos por el cambio y las urnas y el del antiguo régimen, que ya ha sacado la calculadora y reza para que dentro de un año UPN, PP y PSN lleguen a 26 escaños. La ciudadanía, que ha demostrado una capacidad de movilización admirable, es garante de que se cumplan sus expectativas. Los partidos que pueden construir el cambio real tienen un año para no defraudarnos. Mientras, los demócratas navarros seguiremos gritando «¡Abajo el régimen!»