Iker Casanova Alonso
Escritor
GAURKOA

La renuncia del PSOE

A finales de los años 80 la editorial Txalaparta publicó un libro titulado «Euskadi, la renuncia del PSOE», que recopilaba varios artículos que examinaban de forma crítica la política de este partido hacia Euskal Herria. En la ilustración de su portada, la cabeza de Felipe González emergía entre una fila de soldados, que representaban tanto la guardia pretoriana que protegía al líder como el estrecho marcaje al que le sometían los poderes fácticos. El PSOE llegó al poder en 1982 respaldado por una enorme mayoría ciudadana. Su promesa era el Cambio y se le presentó la posibilidad de concluir una transición inacabada. Pero pronto descubrió a la Guardia Civil, la OTAN y la jet set y se dedicó a renunciar a todos sus compromisos.

ZEN, GAL, reconversión... los mandatos de Felipe González fueron la plasmación de la Renuncia de su partido a resolver democráticamente el conflicto en Euskal Herria y depararon la aplicación sistemática de las políticas dictadas por la oligarquía. Fueron incontables las promesas rotas por quien tuvo en su mano cambiar la historia y terminó sumido en un lodazal de traiciones, corrupción y terrorismo de Estado. La decepción de aquellos que fueron engañados, y la reafirmación de los que nunca confiaron, tomó forma de canción de mano de Javier Krahe quien resumía el fraude político que representó el PSOE cantando aquello de «Tú [tienes] mucho partido, pero ¿es socialista, es obrero... o es español solamente?».

La frase de Krahe se puede aplicar literalmente al PSOE-PSN salvo en una parte. Ya no tienen «mucho partido», de hecho van camino no tener nada. Ante la perspectiva de que el proceso de cambio navarro pudiera condicionar la campaña de las europeas ha llegado la orden de Madrid de apoyar a UPN. Tras haber renunciado anteriormente a encabezar una alternativa a UPN, el PSN ya no forma parte ni siquiera de las opciones de cambio. El lema implícito de su próxima campaña electoral será «votar PSN es votar UPN». No lo resistirán en términos electorales. En 1983 lograron 20 escaños, ahora tienen 9, las encuestas le otorgan 6 ó 7. El PSN ha sido inmolado por Ferraz en el altar del nacionalismo español. Es otro cadáver político que yace junto al PSC, víctimas ambos de la renuncia del PSOE a afrontar con honestidad, audacia y espíritu democrático y de izquierdas el carácter plurinacional del Estado.

¿Para qué siguen en el partido los afilados al PSN si ha quedado demostrado que de ahora en adelante su única función va a ser respaldar a la derecha? Unos, los del pesebre, para seguir chupando del bote generado por su entreguismo a la oligarquía caciquil, y otros por la unidad de España, para frenar a los vascones. No les queda ni siquiera la apelación al navarrismo, ya que ha quedado más que evidenciado que para el PSOE Nafarroa es simplemente moneda de cambio. Liquidan las opciones de construir un gobierno y una comunidad moderna, inclusiva, plural, democrática, laica y basada en los derechos sociales para defender su nacionalismo español.

«Todo por la patria», proclaman los guays, los progres, los ciudadanos del mundo, los que pasan de banderas y de cuestiones identitarias... Estos ultranacionalistas que van de cosmopolitas sacrifican los derechos de la ciudadanía a cambio de la defensa de España. Y además de la España más retrograda, grotescamente escenificada en Fitero, donde un cura, un guardia civil, el ministro del interior del Opus y la presidenta de la comunidad se dan cita en una estampa propia de una película de Berlanga, para enterrar una urna electoral y construir encima un cuartel. Es imposible que sea casualidad. El PSN no sólo prioriza lo nacional (español) sobre el cambio social sino que se pone al servicio de esa España negra que Machado definiera como «de charanga y pandereta... esa España inferior que ora y embiste /cuando se digna usar de la cabeza». El PSN ha condenado a Nafarroa a otro año de desgobierno y caverna pero no va a parar el reloj de la historia. Sin ellos el cambio llegará más tarde, pero será más profundo.

Otro abonado a la pose cosmopolita que esconde un furibundo nacionalismo español es Patxi López. Tras usurpar la lehendakaritza al frente del bloque nacionalista español, no pierde la ocasión de calificar de sectaria y divisora cualquier colaboración o acuerdo abertzale. Para López cualquier intento de autoafirmación de la mayoría abertzale vasca divide a la sociedad y distrae de «los temas importantes», mientras que la imposición antidemocrática por parte de una minoría de su voluntad a la mayoría es el orden natural de las cosas. Eso sí, cuando toca hablar de «los temas importantes», siempre pacta con la derecha, da igual Basagoiti que Urkullu, da igual unos presupuestos que unos cuadros franquistas, la privatización de las cajas o el TAV: en los temas estratégicos son un tripartito.

Al igual que Valenciano, López teme que cualquier relación con la izquierda soberanista pueda enturbiar su futura carrera política en el Estado. Y mientras tanto, consciente de que nunca superará al PNV, se conforma con ser su muleta. Cumple así varios objetivos. Por un lado, y ante la creciente pérdida de poder institucional, aspira a la colocación de un buen número de cuadros del partido preparando acuerdos para después de las próximas elecciones municipales. Por otro lado, mantiene al PNV anclado en un sano regionalismo, garantizándole el apoyo frente a EH Bildu a cambio de olvidarse de veleidades abertzales. Y finalmente pone las bases para un futuro acuerdo PSOE-PNV en Madrid que podría venir acompañado de una reforma cosmética del Estatuto.

En el camino queda enterrada la defensa de las políticas de izquierda que el PSE ensayó tímidamente tras la salida del gobierno vascongado. Incluso aunque para ello tenga que votar para anular medidas apoyadas por ellos mismos, como la reforma fiscal guipuzcoana. No se puede pedir al PSE que sea independentista y se alinee con la izquierda combativa. Eso no es el PSE. Pero sí podría pedírsele que realice una lectura actualizada de la nueva situación vasca, que deje de ser el sostén de las derechas, que se implique con valentía en la resolución del conflicto, que defienda a sus votantes... pero a día de hoy, renuncia tras renuncia, sólo les queda el nacionalismo español.

Tanto en la CAV como en Nafarroa el PSE y el PSN renuncian a intentar encabezar o a colaborar en la construcción de una alternativa a las derechas gobernantes. Asumen ser simples sucursales del PSOE sin otro objetivo de colocar a los afines y sostener las políticas que mejor convengan a la unidad de España. A los jóvenes parados, explotados, precarios... de Barakaldo, Irun o Burlata, aunque muchos provengan de un entorno españolista, les empieza a importar menos el color de las banderas y más el contenido de las políticas, y en ese sentido no encuentran referencia alguna en un PSN sometido a UPN ni en un PSE bastón del PNV. La abstención y el rechazo general a la política están siendo la primera reacción y el deterioro del apoyo al PSOE ya es notable. La izquierda soberanista debe hacer una oferta política a estos amplios sectores sociales sumidos en la orfandad política. No por oportunismo sino en plena coherencia con nuestra trayectoria histórica, aunque para ello haya que adaptar el mensaje y romper moldes y clichés. No llegaremos a estos sectores si no somos capaces de presentar nosotras también una oferta renovada, centrada en las necesidades sociales y que llegue al soberanismo a través ellas y no (sólo) de aspectos culturales y emocionales.

La pertenencia a España hace que se nos apliquen medidas diseñadas en una realidad socioeconómica, y desde una correlación de fuerzas política, completamente distinta a la nuestra y mucho más desfavorable para los intereses de los sectores populares. Decirles a los trabajadores de este país que es mejor seguir dentro de España sólo se sostiene desde un irracional nacionalismo. Por el contrario, la opción soberanista supone también el avance en la (re)conquista de derechos sociales. Las 11 leyes progresistas que el parlamento de Nafarroa ha aprobado en los últimos meses y que con toda probabilidad el Constitucional va a anular, son una muestra de las políticas distintas que podrían aplicarse en un escenario de libertad para nuestro pueblo. Igualmente las medidas más restrictivas impuestas por el Gobierno español en los últimos tiempos, desde el copago a la subida del IVA, pasando por la reforma laboral, entre otras muchas, han recibido el rechazo, al menos verbal, de fuerzas que representan el 85% del Parlamento de Gasteiz. La lucha por la soberanía y el cambio social siguen siendo las dos caras de la misma moneda. Saber presentar a una mayoría social ambas realidades adecuadamente trenzadas es la clave para el avance del proceso de liberación.