Cuando el trabajo tortura y mata
Ayer se celebró el Día Mundial sobre Seguridad y Salud en el Trabajo, cita anual con la que la OIT pretende promover el trabajo seguro y saludable e impulsar la cultura de la prevención de los riesgos laborales. Los sindicatos de todo el mundo han rendido homenaje a las víctimas de los accidentes de trabajo y las enfermedades profesionales. Y no son pocas. La OIT estima que cada año mueren 2,34 millones de personas por los accidentes y patologías relacionadas directamente con el trabajo. Las enfermedades profesionales no mortales afectan a más de 160 millones de personas en todo el mundo, una inagotable fuente de pérdidas económicas (se cifran en torno al 4% del PIB mundial). Tampoco acaba aquí. Porque lo que no se puede calcular, y nunca se podrá, es el inmenso caudal de sufrimiento que accidentes y enfermedades laborales provocan en las víctimas y sus familias.
A pesar de la contundencia de las cifras, estremece constatar la persistencia de una casta de desalmados instalada especialmente en la clase empresarial, pero también en la política, que entiende la prevención de los riesgos laborales como una carga inasumible en tiempos de crisis. Puede que no lo manifiesten en público, pero lo dejan bien claro en sus presupuestos y en los recursos que destinan -o mejor dicho, en los que no destinan- a asegurar un trabajo seguro y decente.
Este año, la OIT ha puesto el foco en «La seguridad y la salud en el uso de los productos químicos en el trabajo». Además, la Agencia Europea para la Seguridad y la Salud en el Trabajo acaba de lanzar una campaña para reducir los riesgos del estrés. Vaya por delante que este tipo de iniciativas siempre serán bienvenidas. Pero nunca suficientes. Porque el trabajo, determinado por las dinámicas de organización capitalista y por el incremento sin límite de la productividad, termina siendo intrínsecamente nocivo para la salud física y mental del eslabón más débil: el trabajador. Campañas oficiales y días internacionales resultan ser aceptables medidas paliativas, pero lo único que definitivamente atajará de raíz la letalidad laboral será la transformación esencial del modelo productivo. Palabras mayores.

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