«The Drop», la búsqueda de la inocencia
La soledad y la búsqueda del amor se topan con los negocios más oscuros de la mafia en «The Drop». Esta fue la última aparición cinematográfica de James Gandolfini.

Si Nueva York es una ciudad idílica que está de moda entre el turismo internacional, Michaël Roskman muestra la cara más oculta de la urbe en «The Drop». La mafia se apodera del barrio de Brooklyn, que mueve su dinero negro en los «bares tapadera» de la zona.
Marv (el fallecido James Gandolfini) era el dueño de uno de esos establecimientos, hasta que quedó en manos de la propia mafia. Su primo Bob (Tom Hardy) es uno de sus empleados y el principal protagonista de la película, junto con Noomi Rapace (Nadia).
Tom es aparentemente un hombre solitario y tímido, huérfano de padre y madre, que ayuda a su primo Marv a servir copas en el bar que lleva su nombre. Un día encontrará a un cachorro herido en un cubo de basura y ese hallazgo será crucial en su vida, ya que le llevará a conocer a Nadia.
«Búsqueda»
Según Roskman, «The Drop» es sobre todo una historia sobre la búsqueda de la inocencia. «Para mí la palabra clave es inocencia», señaló. «Es la historia de un chico (Bob Saganowsky) que ya la había dejado de buscar y de pronto la encuentra en forma de mascota. Ese es para mí el corazón de la película, el resto viene luego». «El perro es una especie de puente entre mi personaje y el de Bob», precisó Rapace. «Durante el rodaje hablamos mucho de la soledad, y de nuestra necesidad de salir de esa burbuja y conectar con la gente. Es algo universal y cuando lo logras es una de las cosas más cercanas a la felicidad», afirmó la actriz.
La película muestra, a lo largo de la trama, el pasado más oscuro de cada personaje. Bob y Marv, exmiembros de una banda, se verán envueltos en un círculo vicioso, donde el dinero, los robos y las amenazas llegarán a copar sus vidas.
«Brooklyn tiene muchas caras, es enorme, es más grande que París. Hay muchísima diversidad. Yo quería un barrio católico, de clase trabajadora, y hay muchos así en Brooklyn, aunque en realidad también los hay en mi país, es algo universal», dijo Roskman.

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