Al parecer, y a pesar de las diferencias de toda índole, todos los rincones del planeta parecen compartir un nexo común, la laberíntica vorágine funcionarial en relación a los trámites judiciales. En el Estado de Israel, el trámite de unión entre dos personas, el matrimonio, solo es posible de manera religiosa, con la mediación del líder espiritual de la Iglesia Ortodoxa; un rabino. Lo mismo sucede con el divorcio, el cual, al igual que el matrimonio, solo puede ser legitimado por un rabino, previa autorización del marido, quien al final resulta tener más poder que los propios líderes ortodoxos. Esta es la amenaza para navegantes que deben afrontar los matrimonios israelíes y esta es la particular Moby Dick a la que debe enfrentarse la protagonista, Viviane Amsalem (Ronit Elkabetz), una mujer que, en su empeño por querer vivir en absoluta independencia de su marido, ha emprendido una cruzada de tres años años de duración abanderada por su solicitud de divorcio; una opción que su marido no contempla en absoluto, lo que provocará que la protagonista deba permanecer a su lado en contra de su voluntad y por las leyes dictadas en Israel.

 

En esta su última entrega dedicada a la emancipación de la mujer en Israel –la primera fue “To Take a Wife (2004) ” y fue continuada con “Los siete días” (2008)–, los hermanos Ronit y Shlomi Elkabetz nos sumergen en un universo que podría considerarse surrealista debido a las singulares situaciones que se escenifican en un tribunal dirigido por tres jueces que parecen estar más preocupados por los cotilleos que por el fin último de lo que se desarrolla en el estrado. Para que la pesadilla quede más patente, la película se desarrolla en este pequeño y desesperante tribunal, lo que nos hace afirmar nuestra solidaridad con la desesperada protagonista.