Alberto PRADILLA

Sopa de «unidad popular»

La «sopa de siglas» es una de las fórmulas despectivas con las que se habla sobre las confluencias entre la izquierda estatal. Al juego entre Podemos e IU, ya descartado, se le suma Ahora en Común, que une a integrantes de ambas formaciones sin un destino claro.

Sin diccionario es complicado entender los movimientos que se están registrando en las últimas semanas en el campo progresista español. Para saber qué ocurrirá sería necesario, más que un analista político, un prestidigitador. El juego entre Podemos, IU, Equo y las plataformas populares surgidas durante las elecciones municipales del 24 de mayo mantiene la incertidumbre. Es curioso pero hay términos que, sin ser propiedad de nadie, todos reivindican. Y pese a ello sigue sin saberse cuál o cuáles serán las listas que se presentarán en los comicios al Congreso español, que están previstos para finales de año. La «unidad popular» es el gran término en disputa. Por una parte, defendido por Podemos, que aboga por mantener siglas y sumarle las de otros actores en determinados territorios (Galiza, País Valencià y Catalunya). Por la otra, Ahora en Común, que aparece vinculada a iniciativas municipalistas como la que accedió a la Alcaldía de Madrid pero que está recibiendo el aplauso de candidatos ya consolidados como Alberto Garzón (IU) y Juan López de Uralde. En realidad el debate no es tan distinto del de las municipales. Cambian estrategias pero el fondo del debate, casi agotador, es el mismo.

Si algo ha dejado claro Pablo Iglesias en los últimos meses es que su formación descarta por completo sumarse a una coalición con IU. Es paradójico cómo cambian las situaciones. Hace año y medio, la formación todavía coordinada por Cayo Lara era el objeto de deseo de los recién llegados. Ahora han cambiado las tornas y es Garzón, aspirante a La Moncloa por IU, quien intenta acercarse a los del círculo. Eso sí, en vano. Después de una cordial reunión entre ambos, Iglesias rompió con una entrevista en la que llegaba a afirmar: «No quiero que cenizos políticos, que en 25 años han sido incapaces de hacer nada, no quiero que dirigentes políticos de Izquierda Unida, que son incapaces de leer la situación política del país, se acerquen a nosotros». Con estas bases es evidente que no hay posibilidad de alianza. No de siglas, ya que Iglesias insiste en que Garzón siempre tendrá un hueco.

Por territorios sí se negocia

Cerrada la vía del acuerdo a dos (en Podemos rechazan los «pactos de despacho», aunque en Catalunya hayan firmado alguno), los dos actores han comenzado a jugar sus cartas. Y aquí comienza la ceremonia de la confusión. Hay que partir de la base de que las elecciones no están convocadas aún. Sin embargo, tanto PP, con Mariano Rajoy, como PSOE, con Pedro Sánchez, y Ciudadanos, con Albert Rivera, tienen ya sus cabezas de lista. IU apuesta por Garzón, pero él mismo no descarta sumarse a la iniciativa Ahora en Común en caso de que convocase primarias. Podemos, mientras tanto, celebra las suyas en estos momentos; se cerrarán dentro de dos días y parece evidente que el equipo de Pablo Iglesias, compuesto por los pesos pesados de la formación, será el que triunfe. Mientras las votaciones se desarrollan, también siguen las negociaciones.

Aunque se hable de ámbito estatal, la pelea de la seducción se limita, en apariencia, a territorios concretos, que es donde más claras parecen las alianzas. Catalunya es el que tiene todo hecho. Con las elecciones plebiscitarias convocadas para el 27 de setiembre, los acuerdos han llegado de dos en dos. Y, encima, al margen de los enfados de Madrid. En este caso, “Catalunya sí que es Pot” (Catalunya sí que puede) sigue la estela de Barcelona en Comú que otorgó la Alcaldía a Ada Colau. Es decir: Podem, ICV, EUiA, Procés Constituient. Al igual que en las municipales, se ha demostrado que, como dijo Iglesias, Catalunya «is diferent» y permite aglutinar en una sola plancha a quienes en otros puntos del Estado no quieren ni acercarse.

País Valencià y Galiza son otros dos puntos donde las negociaciones siguen de forma intensa. En Podemos insisten en que se está trabajando la «plurinacionalidad» y que esta es la razón de su especial atención a estos territorios. No obstante, no está tan claro como en Catalunya. En Valencia es evidente que Compromís es el socio preferente para Iglesias. A Mónica Oltra, actual vicepresidenta, ya se le ofreció cambiar el naranja por el morado. No funcionó entonces. Ahora, la apuesta es que la formación valencianista sume sus siglas a las de Podemos en una de las listas unitarias. No hay detalles sobre cómo avanzan las conversaciones aunque todavía nadie lanza mensajes pesimistas.

En Galiza, por el contrario, las cosas están complicadas para Podemos. Las mareas, donde los círculos confluyeron en las municipales con actores como Anova o IU, se resisten al plato único de sumar su nombre al de Pablo Iglesias. Que este fin de semana haya estado Iñigo Errejón intensificando los contactos evidencia que no todo está cerrado. El hecho de que nada apunte a que las elecciones se adelanten a setiembre (variable que ha forzado a Podemos a realizar sus primarias) deja claro que queda partida.

No todo es Podemos en esta sopa de «unidades populares». Ahora en Común, con gestos evidentes hacia las alcaldías de Barcelona y Madrid, irrumpe en un movimiento no demasiado claro. No define si su pretensión es construir una plataforma amplia tratando de comer terreno a un monstruo ya en marcha como Podemos o si se limita a un grupo de presión. O si, en medio de una guerra de declaraciones y artículos, sería capaz de plantar batalla en las urnas. No parece probable, pero podría llegar a darse el caso de que dos listas españolas se disputasen el título de «unidad popular» en unos comicios donde la hegemonía de PP y PSOE puede venirse abajo por primera vez.

 

La esperanza de una pregunta que en realidad dice lo que ya se sabía

«¿Aceptas que el Consejo Ciudadano de Podemos, en aras de seguir avanzando en la construcción de una candidatura popular y ciudadana, establezca acuerdos con distintos actores políticos y de la sociedad civil siempre que 1) los acuerdos se establezcan a escala territorial (nunca superior a la autonómica) 2) se mantengan siempre el logotipo y el nombre de Podemos en el primer lugar de la papeleta electoral incluso si eso implica concurrir a las elecciones generales en algunos territorios con fórmulas de alianza (Podemos-X)?». Esta es la pregunta que formula Podemos en la consulta que, junto a sus primarias, concluye pasado mañana.

El que se haya incluido la posibilidad de formar alianzas, algo que no estaba previsto en el texto aprobado en Vista Alegre (congreso fundacional), ha alentado el debate sobre la posibilidad de alianzas no exploradas. Aunque, si se lee detenidamente la interrogación, tampoco deja mucho lugar a la esperanza de los críticos. Lo que Podemos plantea es que los acuerdos, de haberlos, se hagan a nivel territorial. Es decir, que si Alberto Garzón, por ejemplo, quisiese llegar a algún pacto, no podría firmarlo desde Madrid, sino que tendría que negociarlo en una circunscripción concreta. De este modo, lo que el partido de Pablo Iglesias busca es vetar la posibilidad de una alianza con IU, calificada despectivamente bajo el sobrenombre de «sopa de siglas».

«Ellos (por IU), no se han presentado a nuestras primarias», insisten desde la formación del círculo. Parece evidente que otros comicios internos, en este caso en Ahora en Común, podría ser el contraataque de los críticos. La duda es si, en caso de que ninguno llegue a un acuerdo, ambas planchas puedan presentarse compitiendo. En realidad, estamos en momento de movimientos tácticos, declaraciones e intentos de presión. Pero no parece factible que se multiplique una oferta ya de por sí diversificada.A.P.